Ella se sentaba en el borde del sofá
mientras se colocaba las medias sin prisa alguna.
Encendía un cigarro y lo disfrutaba
en una media sonrisa
mirando al suelo, preciosa, distraída.
«¿Sabes?» -me dijo-,
«no son muchas, pero algunas veces
entiendo por qué nos empeñamos en seguir vivos.»
Completamente de acuerdo, esta vez.