Después de vivir ya un poco de tiempo, me doy cuenta de que una de las cosas que más pueden llegar a costar es comprender que realmente nos merecemos lo que tenemos. Bueno, quiero decir lo que nos merecemos que es bueno. Lo que es malo lo asumimos en seguida.
Cuesta mucho trabajo. No sé por qué. Quizá es que estamos predispuestos a lo malo. Cuando algo es bueno, parece como si fuera de otros, como si no nos perteneciera y fuera nuestro sólo por un tiempo prestado.
Como si tuviéramos que darnos prisa porque va a durar poco.
Porque lo nuestro es lo otro, perder, lo malo.
Una de las cosas más costosas es llegar a comprender que nos merecemos lo que tenemos, aunque sea bueno.