He estado desafinando un rato
(punteando, tonteando, rascando cuerdas)
sumido en la propia complacencia
del herido.
Me miraba en el espejo y escribía letras tontas
sobre amores perdidos, sobre tejados enmohecidos
rompiendo siempre sobre mi cabeza.
Nada que no haya sido escrito ya.
El problema, cuando vivo, es cómo salir de mi cabeza.
El problema, cuando escribo, es cómo conseguir entrar en ella.
Supongo que rasgando, tonteando, desafinando.
Haciendo que todo suene mal.
Que algo de todo este invento no esté en su sitio.
Es más fácil darse cuenta de qué no encaja cuando nada encaja.
Es sencillo darse cuenta de que es difícil entrar en tu propia cabeza
cuando llevas diez horas intentando salir de ella.
Es mucho más sencillo todavía colegir de esto
qué es lo que me dificulta vivir.
Y que es mejor que cambie de pensamientos
si quiero el pan, el ajo, la carne y el pescado.
De walking around my table.