Hay días de hacer,
días de morirse del asco en el trabajo,
días especiales al lado de alguien que te importa.
No hay más horas muertas que las asesinadas,
las heridas sólo cierran cuando te mueres,
el amor es tan bonito que no puede ser manchado
—aunque eso no va a bastar para que dejen de intentarlo.
El amor que yo recuerdo era ingrávido, incondicional, incauto,
soledades compartidas en el camino convencido a ninguna parte.
Ese es el amor que yo destilo
mientras me voy opacando.
Nadie puede dejar a nadie,
pero sí heridas que no cierran,
un amor inmaculado en caminos ignotos, opacarse despacio
y una renovada impaciencia en no ausentarnos.