Si aceptáramos la posibilidad
de que alguien exclamara:
«Dios mío, qué hecho polvo estoy»
sin mayores aspavientos
ni necesidad de exégesis alguna,
sería preciso reescribir
la inmortal historia
de ese fraude que se ha dado en llamar
Literatura.
Y además
nos quedaríamos en paro.
Roger Wolfe. Justificación del crítico.