Ayer no jugué por primera vez en un mes. El juego es tonto, satisfactorio porque son pequeñas acciones que cuestan poco esfuerzo con sensación de recompensa, pero es tonto. Eso no quita que no venga bien precisamente por eso: acciones repetitivas, sencillas, rápidas, con sensación de recompensa.
Quién puede eludir eso de cuando en cuando en un mundo tan poco estimulante en sus rutinas.
Lo importante en la vida son otras cosas, pero no siempre se puede lidiar con ellas. Con el cuánto, el para qué, el qué voy a conseguir con ello, el qué más da si ya, el me esfuerzo para pasarlo mal y no llegar a ninguna parte. Y el juego puede ser adictivo porque todas esas preguntas no tienen sentido en él.
Aún así lo primero es creérselo, entrar dentro. Si eso no cuaja da igual cuántas gotas de satisfacción te entreguen, no va a encender ninguna lucecita donde debe.