Creo que la única novela en condiciones que podría llegar a escribir alguna vez trataría de las mentiras que cada uno se cuenta a sí mismo, y del esfuerzo que le supone mantenerlas delante de los demás.
La imagen que uno se hace de sí mismo es libre, pero las respuestas que recibimos de los demás son un refuerzo ineludible. Por eso la gente miente. Creyéndose sincera, miente. Piensan que están hablando desde sí mismos, pero son sus propias mentiras las que hablan y buscan perpetuarse a sí mismas a traves de los refuerzos positivos de los demás. Si alguien nos huele y nos dice que no nos cree, decimos que es un imbécil y punto pelota. Punto final.
De eso trataría, de eso y del daño que nos hacemos a nosotros mismos no asumiendo quiénes somos y del daño que reciben los demás por el mísero beneficio de que nosotros no seamos capaces de asumirnos como somos.
Cuánto daño, joder, hacen estas cosas.
Menos mal que a un perdedor cualquier mínima victoria, cualquier tiempo ganado a la derrota, se le hace razón suficiente para seguir p’alante.