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en todas partes

Despegar tomando de la mano, el café, el tiempo y los cigarros. Estar sentado en mitad de ninguna parte preguntándose por qué todo el mundo piensa que está en alguna parte. Tomar tiempo para perderlo a manos llenas. Siempre preguntándo por qué ninguna parte cuando todos piensan alguna parte, y la vorágine y la imposibilidad de estar vivo al mismo tiempo que se está pensando, como una especie de Principio de Indeterminación de Heisenberg aplicado a la realidad cotidiana. Si uno piensa no vive, si vive no piensa. Si intenta hacer ambas al mismo tiempo, es mucho más que probable que no esté haciendo ninguna.

La rabia. Hoy estaba cruzando un semáforo. Un coche se quedó en medio del paso de peatones cuando esté cambió a rojo para conductores y verde para autoimpulsados. Una pareja de ancianos empezaba a cruzar y el energúmeno del coche, con la mujer al lado y los críos detrás, ha empezado a echarles la bronca porque le tocaba a él pasar. Los ancianos se han quedado acojonados, mirando. Yo llegaba por el otro lado, les tenía de frente, y lo he visto todo. He golpeado la ventanilla del conductor-orangután y le he gritado que no puede detenerse en medio del paso de peatones ni tan siquiera cuando el semáforo está en verde. Y que ahora que está en rojo no hace más que molestar. El tipo ha acelerado y yo me he quedado allí, a medias, con ganas de soltarle una ostia que permanecerá de forma indeleble en la memoria en construcción de sus retoñitos. Él tenía coche, y podía ir más rápido. Ni siquiera he mirado a los ancianos, la cosa no iba con ellos.

La cosa iba con todo el mundo, seguramente también con ellos. ¿Por qué todos, en un momento u otro, podemos llegar a ser tan cabronamente egoístas? Pues no tengo ni idea, pero lo somos. Seguramente yo también. No lo tengo claro. Busco pistas en todas partes. Qué ganas de partirle por la mitad. La mejor defensa es el ataque, dicen los que son como él.

Y así vamos, pegando ostias por todas partes. Sobre todo cuando no tenemos razón.

Qué cochino mundo, joder.

Llevo cinco años en esta casa. Al principio la compartí con quien quería. Después no me quiso y me quedé sólo. Después volví a querer, pero no a compartir todo el tiempo. He vivido mucho en esta casa. La pasta manda, me digo, la pasta obliga, recuerdo. Qué cosas. Qué pena. Aún estoy aquí, y aún estoy vivo, así que, entretanto, voy a pasarlo lo mejor posible.

Y a olvidar todo lo demás.

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