Hace frío y me gusta y no lo hace. El sábado caminando el aire estaba claro y se veía lejos sin brumas, llevaba chaqueta y caminaba y un frío ligero se me metía bajo las mangas y me acariciaba las muñecas intentando reconciliarse conmigo. Es una pelea de hace años, no va a ser tan sencillo. El frío viene con la noche y cada vez soy más diurno.
Hace frío y me gusta y lo no hace. Con el frío vienen los días cortos. Los días cortos traen noches largas. Tengo mucho peligro en noches largas. Prefiero el calor, las noches cortas, las camisetas, caminar, mirar por la terraza.
Prefiero ser feliz, la verdad.
Al respecto leía el sábado en El País una entrevista a Ribogerta Bandini en la que decía "has confundido la felicidad con la euforia" y la frase explotó en mi cerebro con un enorme bang. No ha dejado de hacerlo desde entonces.
Esa es la historia de mi vida. La que debería estar contándome constantemente para no olvidarla jamás. Mi daño. Mi forma de no disfrutar lo que debería y de retenerme en lo que no.