Acabo de terminar cuatro libros de la saga de Máquinas mortales de Phillip Reeve.
Están clasificadas como novelas juveniles, pero los matices de grises y ciertas conclusiones de las historias lo alejan de una narración maniquea y simplona. La historia sí lo es cada vez que se preocupa de enseñar la miel, pero los cimientos no lo son en absoluto.
En algún momento ví la película. No me gustó, pero el mundo en el que sucede me dejó con ganas de más, y buscando más información llegué a los libros. Creo que ha sido un buen viaje. No todo el tiempo, no para ir muy lejos, pero si para sentir que ha merecido la pena. Es algo no muy frecuente últimamente.