La mañana es igual para todos. Ya lo entiendo. Pero hay situaciones y situaciones. Hay situaciones en las que el hecho de que sea igual para todos es injusto. Supongo que no se puede hacer nada. Tengo dentro de mí el recuerdo de mil mañanas inútiles, en las que me daba igual que fuera ayer u hoy. Y claro, cambiaba cualquiera de esos despertares por este. Esos días que me quedé en la cama hasta el mediodía, harto de todo. Hoy, precisamente, no puedo. Hoy que sí me importa algo.
Entiendo que la mañana es igual para todos. Ya lo entiendo. Pero no deja de ser injusto. Dame un beso. No corras. No te rías de mí. Todo esto de lo digo en serio. Ya sé, ya sé, ya sé que estoy tonto. Te veo luego…