No sé qué es lo más importante en la vida. Puede ser la salud, pero por defecto. Me refiero a que tu vida puede ser una completa mierda aunque tengas una salud de hierro, pero si no la tienes siempre será mucho peor. O no tanto.
Puedes tener un pastizal que te asegure un buen tratamiento y vivir, de algún modo, como si no tuvieras ningún problema de salud. En ese sentido no tener pasta convertiría tu vida en una mierda. Al igual que la salud se extiende por todos los ámbitos de tu vida, la pasta lo hace también. Tener acceso a comprar tiempo de trabajo de otros puede darte posibilidades como nada más puede hacerlo, porque fundamentalmente te da la posibilidad de equivocarte una y otra vez y seguir haciendo intentos sin perder el control mediante créditos y deudas. Te da el super poder de reinventarte sin cierto tipo de consecuencias.
Hace algunos años tenía una compañera de trabajo que quería meterse en la hipoteca de una casa y pidió ayuda a sus padres. Estos, conscientes de la nueva sarten que las cosas habían puesto en sus manos, le dijeron que ok pero que tendría que hacer algunos cambios, aprovechando la coyuntura para imponer lo que pensaban que eran buenas decisiones sobre la vida de otro. Recuerdo que consistían en vivir con ellos hasta que tuviera más sueldo y restringir las salidas, algo así. Mi compañera sintió rabia y no sabía canalizarla muy bien, pero sobre todo sintió frustración. Había descubierto de sopeton que lo perverso de las ayudas y la caridad es que no son derechos que tienes a tu disposición, el que las presta impone sus propias condiciones y te convierte en un niño de cinco años: a partir de necesitarlas no puedes seguir tomando decisiones sobre tu propia vida si no te lo permiten.
Ser consciente de eso es demoledor.
Pero puedes tener una salud de hierro y un montón de pasta y que tu vida sea una completa mierda. Eso puede ser, en parte, porque creo que somos una especie de máquina de alcanzar metas y lo que damos por hecho desaparece. Lo que pensamos que existe porque lo hace, sin más, deja de ser algo que tenga valor en sí mismo.
Una raspberry pi es un ordenador barato de 30 pavos y es el que utilizo para montar el servidor de esta web, entre otras. La cuido porque es una cosa que suelo hacer, pero no le doy mucha importancia. Si se jode mañana tengo otra metida en el embalaje original solo para reemplazarla. Si costase lo que no me puedo permitir no lo daría tanto por hecho, me maravillaría de tener una, estaría aterrorizado ante la posibilidad de que se estropease y me pensaría muy mucho un montón de proyectos que hago con el servidor solo por la posibilidad de reventarla en uno de ellos (posibilidad que es mucho más que real, me ha pasado un par de veces). Eso solo quiere decir que estaría mucho más limitado, que desearía hacer un montón de cosas que me escocerían sólo porque no me puedo permitir probarlas y rondarían mis pensamientos constantemente. Ahora me limito a probarlas y decir vaya, pues no era para tanto o joder cómo mola esto, aprender lo que puedo y pasar a lo siguiente. No imagino un mundo en el que no me pueda permitir treinta pavos para un servidor, pero ese mundo existe. Vaya que si lo hace. Tener acceso a uno barato me abre un abanico de posibilidades que, aunque lo intento, creo que no soy capaz de valorar en su justa medida. Me lo recuerdo a menudo, todo lo que puedo.
Las empresas son muy conscientes de lo arraigado que esta en nosotros ese factor y de lo facilmente que lo comprendemos a un nivel primario. Cuando una privatizada del agua dice querer luchar contra el cambio climático habla de que se derrocha agua porque es muy barata. Cuando los supermercados reaccionan ante la cantidad de bolsas de plástico que contaminan el mundo establecen su aportación en cobrarlas. No dejan de ofrecerlas, ojo, pasan a venderlas. Ambas utilizan un tipo concreto de fraseología del ecologismo para cobrarnos más por los servicios que nos prestan, pero nos ofrecen un argumento contra el que nos cuesta muchísimo defendernos: el derroche de lo escaso. Los recursos naturales en ambos casos, el agua en el primero y la pureza de todos en su conjunto en el segundo.
No estoy a favor de derrochar agua y bolsas de plástico, estoy simplemente en contra de que se conviertan en argumentos para que intereses privados ganen más aprovechándose de ellos y sin hacer un plan que cuide del medio ambiente sin ir más allá de ahí. De hecho, todo este andamiaje puede ser contraproducente, el pagar las bolsas de plástico y el que el agua sea más cara pueden servir como argumentos para imaginarnos que estamos cuidando el mundo cuando no lo estamos haciendo. Contamino pero lo pago, y por ello estoy haciendo las cosas bien. Retorcido pero habitual.
Y es que la escasez está cableada en nuestra concepción del mundo. Cuando los fabricantes de zapatillas de deporte quieren encontrar un argumento sólido para cobrar por sus productos mucho más de lo que cuestan hacen tiradas limitadas. Crean una pseudo escasez para justificar el aumento de precio que los materiales y el trabajo de producirlas no hace.
A donde voy con todo esto es a darle vueltas al tema de lo importante en la vida. Lo realmente importante. Y lo importante es tener un plan. Y opciones para llevarlo a cabo. Un plan sin opciones se enquista en el deseo tenga sentido o no. Un plan con opciones es algo en lo que quedarse toda la vida o uno que probar antes de pasar a otra cosa.
El no tener opciones es lo que te mantiene pegado a la rueda, ilusionado por algo que no sabes si merece la pena. Algo con la fuerza suficiente como para tenerte toda la vida girándola en la esperanza de llegar a ello. Ese es el trabajo de la escasez y las empresas de márketing. El resultado somos nosotros. Elude lo inalcanzable en la medida de lo posible, te abrirá un montón de caminos que eras incapaz de ver antes. Lo inalcanzable puede ser muchas cosas, pero sobre todo es aquello que no te permite comprobar si. Justo o sobre todo injusto, pero aquello que no te permite comprobar si sobre todo lo demás.
Nunca sabes qué peldaños son los correctos para llevarte arriba de la escalera antes de pisarlos, pero tienes pistas. Los que requieren tanta atención que te fuerzan a excluir los demás no merecen la pena. Es probable que te la estén colando precisamente en esos, manteniéndote ocupado de un modo artificial del mismo modo que las tiradas limitadas fuerzan una escasez artificial. En un estado ideal de cosas serían alcanzables, pero hay un montón de gente que se esfuerza para que no lo sean. Cobran por ello. Lucha por que dejen de serlo, pero no te distraigas tanto como para abandonar lo demás. Tienes un plan. El mundo es injusto, pero no caigas en el agujero. Hemos convertido tanto el mundo en un agujero que finalmente el mundo es un agujero. Pero tú no tienes por qué serlo.
Ten un plan. Síguelo. Elude las trampas. Vuela. Despega.