Llevo desde mediados de marzo teletrabajando. La verdad es que hace un montón de tiempo, aunque ha pasado sin darme cuenta. Entre la novedad de no ir a la oficina, el rollo de la boca (ocho meses desnudito ahí dentro) y vigilar la cantidad de trabajo para ver si es viable seguir así no ha habido mucho tiempo para relajarse y dejarse aburrir. Lo peor de esas cosas es que la mayor parte de las veces sólo tenemos tiempo y visión para disfrutar de una situación cuando termina. Eso es jodido, ser un eterno capitan a posteriori de tu propia vida.
Cuando estás inmerso en una situación no puedes hacerte un poleo, sentarte en un sillón de orejas y mirarla desde fuera para paladearla. Estás tan dentro que todo es lo inmediato, nada más. Ahora que se está terminando es cuando miro un poco más, con nostalgia. Echaré de menos utilizar los huecos para pequeñas tonterías, limpiezas, poemas, dibujos. Me gustará volver a estar con gente, saludar, escuchar cosas de otros. Echaré de menos la sensación de libertad de no estar anclado a una oficina ganándome el pan, el ajo y el pescado 8 horas al día cinco días a la semana para el resto de mi vida.
Con suerte.