Caliente,
en el nudo entre
la boca del estómago
y la salida de la boca,
en la violencia de
las palabras
que asedian
el muro
de los dientes
y fracasan.
Callado,
no encuentro nada que decir
que sirva remotamente para algo,
que pueda corromper un error,
resucitar un día muerto,
reproducir un latido.
Entro en el autobús, me siento.
Me estampo.