He encontrado un viejo destornillador eléctrico del montaje de alguna feria de Ifema —distraído seguramente al bucanero más grande de la Tortuga, así que tengo asegurados cien añetes de perdón—. Le he comprado cabezas en un chino. Cuando cambié el colchón aproveché para reforzar la viga del somier con dos laterales de la cama que quité cuando le corté las patas y guardé al lado de la puerta durante años. Hice los agujeros con un destornillador de mano, untando los tornillos bien de jabón y yendo con cuidado, pero aún así me reventé la palma de la derecha. No conseguí que las maderas quedarán lo suficiéntemente juntas porque no podía hacer la suficiente fuerza hacia abajo al mismo tiempo que atornillaba.
Pero hoy, hoy…
Ha sido orgásmico.