La cogí en el parque junto a la residencia un día que fui a visitar a la abu sin hacerlo. La última vez se había puesto muy nerviosa y no me atreví a entrar. La planta estuvo un año en agua, con las hojas verdes pero sin echar raíz. Al final terminó por crecer y la metí en tierra. En ella empezó a secarse hasta convertirse en un palo.
El día que me enteré de lo de la abu, hace un mes, se partió. La rocé al pasar a su lado mientras mi hermana me lo contaba por teléfono y con eso bastó.
Ahora está preciosa.