Obras de teatro, el viernes, en una sala con sillas de director. La obra era una bazofia, los actores no tenían mucha cosa, pero se agradece el esfuerzo. Después de una hora sintiéndome imbécil porque el mundo va por un lado y yo por otro me metí en el coche y volví a ver garitos y palomares y fiestas de alcohol en sábanas limpias. Menudo destroce de lugares y momentos o discordancia cognitiva o jet lag, a secas.
Dormir lo justo, un par de horas, y a un cumpleaños en la sierra o por ahí con piscina y parrillada y tipos con pistolas de agua. Una hamaca…
Y hoy dormir, exaltado y pequeño a la vez, y más líos, y menos historias, y más líos. Y son las siete de la mañana, y estoy cansado, y no estoy cumpliendo bien mi papel porque no estoy lo suficientemente despierto como para contar lo que estoy contando. Lo que sí sé es que no se puede vivir así.
Hay que dormir de cuando en cuando.
Wellcome to my life, dice una mierda de canción, «vamos al mundo donde yo vivo» dice Robe. El tema es que siempre creo que los chimpancés ganaron, que se adueñaron del mundo, y los tipos como yo, si es que llegamos a ser tipos, nos quedamos de espectadores mientras hacemos lo que nos viene en gana con nuestras vidas. Los chimpancés llenan las series de televisión, y los centros comerciales, y los cines, y los teatros, nosotros les vemos allí, compramos unas cervezas y abrazamos a nuestro partener (si tenemos partener, que suelen ir y venir en el escenario), y tumbados sobre nuestros costados apoyando ingle contra culo olvidamos que el mundo está mal. O al menos no nos importa demasiado que el mundo esté mal…
Y con las cervezas del chino en mi casa zulo te tomo de la mano y te abrazo y vas comprendiendo que las cosas no son lo que parecen, aunque ya lo traías comprendido de antemano, y cuando las bocas se desbocan y nos vamos al palomar otra de tantas veces todo parece más sencillo y menos menos cruento. Y allí es el reino de los sentidos y todo es tocar, tocar y besar y no sé qué tienes en la mano ni qué tengo yo en la boca y nos anudamos en el puto fin del mundo que es nuestra forma de dar por finalizado el mundo.
Eso es. Sólo haría falta dormir más, o trabajar menos. O seguir juntos. Eso, de momento, no parece un problema. Eso, de momento, no es un problema.
A darle.