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un lugar

“Cuando se pierde el Tao, se recurre a la virtud.
Cuando se pierde la virtud, se recurre a la compasión.
Cuando se pierde la compasión, se recurre a la moral.
Cuando se pierde la moral, se recurre al ritual.
Ahora bien, el ritual es sólo la apariencia de la fe y de la lealtad; es el principio de toda la confusión y el desorden.”

“Lo que es contrario al Tao pronto deja de existir.”

Tao Te Ching

1.

Llevábamos cuatro semanas metidos en aquel cubículo, cuatro semanas de pedos y ronquidos y eructos sin fin. Uno no se da cuenta de cuánto hay de podrido en cada uno de nosotros hasta que no comparte un espacio tan exiguo con otros durante un tiempo. No había mucho más que hacer que olernos a nosotros mismos y jugar a los dados, lo único que habíamos podido colar sin que nadie se diera cuenta en los controles y nos lo retirara.

Yo ya estaba harto de jotas. No conseguía más que jotas, una y otra vez. Jugábamos de ese modo en el que la primera ronda es obligada y la segunda libre, y en la primera nunca conseguía buenos resultados. Porque siempre saco jotas. Una y otra vez. En la segunda conseguía una buena media, pero nunca compensaba lo suficiente para ganar.

Y aunque nunca te haya llamado mucho la atención, cuando llevas semanas perdiendo empieza a picarte la espalda y entre las cejas.

Odio las medias estadísticas. Un par de veces había intentado iniciar una modalidad nueva en la que sólo se premiaran las jotas, pero nadie parecía muy dispuesto por motivos obvios. Y me quedé con las ganas, puesto que en silencio pensaba que si las reglas cambiaban mi suerte también lo haría de nuevo, y mis dedos volverían a encontrar las otras caras del dado. Perdería otra vez, pero de algún modo no dejaría de ser un alivio.

Sofía insultaba a Laura, Laura se iba a follar con Antonio (Tony, se hacía llamar el muy capullo) detrás de la cortina que era nuestra única privacidad, Tony sonreía y se bajaba los pantalones y los calzoncillos, Susana aspiraba secretamente a compartir el polvo, Juan (que no se hacía llamar John, gracias a Dios) se daba cuenta y suspiraba por Susana, porque pese a habérsela follado en multitud de ocasiones ella nunca había estado realmente en el tema. En un sitio como este muchas veces se folla por educación, por no generar rivalidades, por mantener la calma y el equilibrio. Y él se daba cuenta, y por ello le dolía y hacía brotar detrás de su lengua una especie de odio calmado por Tony, que era calmado porque no dejaba de ser consciente de que un odio libre aquí tiene un final muy breve y… muy drástico. Tony no se daba cuenta absolutamente de nada, el muy idiota. Ana parecía catatónica la mayor parte del tiempo, ella siempre decía que estaba meditando, pero yo siempre pensé que en realidad era una maq y simplemente se desconectaba un rato, dejando sus funciones robóticas al mínimo. Lolo la mirába, con cierta envidia, supongo. Él lo pasaba peor definitivamente, había sido algo así como deportista profesional en alguna parte y tanta inactividad le estaba matando. Rosa, otra fuerza de la naturaleza encerrada en esta urna funeraria, le miraba entendiéndole y abrazándole a ratos.

Qué pensaría un terápsido de todo esto, me pregunto cuando me pongo tonto.

Cada cierto tiempo alguno de nosotros decía que ya era hora de comer y se levantaba, cogía los tubos y nos los tendía. Es curioso cómo cuando el tedio está más que presente nadie hace pereza a la hora de echar cosas al estómago. Retirábamos los precintos, girábamos los tapones y chupábamos hendiendo las mejillas hacia dentro del esfuerzo de aspirar.

Todos mirándonos como idiotas hacer eso.

Allí dentro.

2.

No hay comienzos buenos en exceso que no hayan sido recreados después en función de quién sabe qué teoría estúpida de legitimidad, y tampoco hay finales tan abruptos y definitivos como puedes leer en cualquier ciclo educativo de historia al uso. El hecho es que las civilizaciones humanas fluyen como tontas desde un principio absurdo y se extienden, se debilitan y desaparecen lentamente. Sin embargo, al menos mientras todo va bien, para el miembro de una civilización está siempre en el mejor momento de la historia al lado de la mejor gente que ha dado la existencia humana. A veces he llegado a pensar que es incluso un mecanismo genético defensivo, una especie de salvavidas evolutivo: si no amas lo que te rodea no podrás llevarte al límite, de tus capacidades y de tu propia estupidez crédula. Creo que la humanidad ha pendulado siempre con la fuerza de la violencia y colgando del cero de ordenadas y abscisas del miedo. Un miedo concreto, no uno genérico. El miedo a la carencia.

Y este genera la intensidad suficiente como para empezar a adorar con fuerza la violencia. Tengo miedo a que me falte alimento, o cobijo, o lo que sea y decido quitárselo a otros por dos motivos: para quedarme con lo suyo y para evitar competidores en momentos futuros de escasez. Cuando tiras del hilo tienes los clanes, las castas, las familias nobles, la iglesia (como entidad), los multimillonarios, las multinacionales… y sus cruces, los apátridas, los desclasados, los que carecen de linaje, los ateos, los pobres y los desempleados. Emparéjalos como es obvio y verás el resultado, cómo unos se yerguen sobre otros para quitarles lo que tienen y eliminar competidores en carestías futuras. Las líneas son claras, y no mienten.

Muchas veces, cuando no temo pensar en ello, empiezo a recordar la poca historia que tengo en la cabeza y veo como la teoría encaja milimétricamente en los tumbos que hemos dado desde que empezamos a poder dejar constancia por escrito de todo lo que hacíamos, y me pregunto si nadie se ha dado cuenta antes o si ya lo ha hecho todo el mundo, y todos callan porque en el fondo no anhelan más que colocarse arriba de cualquier modo factible y empezar a rociar a los de abajo con presión y desprecio, con un suspiro de alivio pensando que han vencido por fin al miedo. Pero al miedo no se le vence nunca. Al menos no así.

Los griegos, al menos, no eran hipócritas y lo reconocían abiertamente. Todos estamos sometidos a las necesidades y eso nos ata a nuestra parte animal, si podemos conseguir que alguien se ocupe de ellas por nosotros podremos dedicar nuestro tiempo a todo lo elevado que puede conseguir el hombre. Y se iban a discutir por ahí y a hablar de hacia dónde dirigían la polis mientras otros sembraban, cocinaban, tejían y demás ciclos infinitos y efímeros de la labor.

Lo mismo de siempre, pero sin camuflarlo bajo un Dios etéreo o económico o un absurdo parentesco genético. Somos más fuertes, te esclavizamos, trabajas para nosotros. Fin del cuento. Al igual que defendían la igualdad entre pares y una voz más alta que otra podía significar la expulsión del círculo, hacia abajo la violencia era el camino más seguro y transitado. Si perdían los esclavos estarían de nuevo sometidos al imperio de la necesidad. Y no estaban dispuestos. Nos movemos con violencia colgando del miedo.

Después llegaron otros más fuertes que los griegos y cambiaron las cosas. Y después otros les hicieron a ellos lo mismo.

Supongo que nos fuimos haciendo más humanos sin serlo en absoluto más que en ningún momento anterior, y ya que no podíamos aprender a vivir de otro modo aprendimos a maquillarlo. Lo último que queda siempre es el ritual, y el ritual es estética, imagen, apariencia. El ritual le da al orden establecido un cierto perfume apestoso de trascendencia.

Cuando terminan de follar con un orgasmo en forma de aullido para terminar de encabronar a Sofía, Tony aparta la cortina y se acerca a mí y me llama como siempre “tú”. “Eh, tú, ¿has estado atento, te ha gustado? Soy mejor que todos vosotros en esto.” Con una sonrisa de oreja a oreja y el pene aún goteando fluidos. Se me acerca y me abraza sonriendo y sigue con lo mismo de siempre “Soy Tony, tío, Tony el mejor, el mejor Tony, entré en esta mierda pese a tener menos posibilidades que ninguno, y aquí sigo, ¡miradme el pito, cabrones! ¡Mirádmelo y veréis lo más grande que ha dado este mundo!” No sé, quizá necesita hacer eso para mantenerse cuerdo o algo, no tengo ni idea. Al principio podía molestarme algo, pero ahora es como verle rascarse el ojo cuando tiene sueño, un gesto natural, normal y compulsivo en un mono.

Sofía le mira con orgullo y brillo en la mirada, y ese es justo el momento que Laura está esperando para mirarla fijamente y disfrutar de lo lindo. Por supuesto Juan también miraba, pero él alternativamente a Susana y a Tony, y a Tony y a Susana, machacado. Al borde del colapso. Y como Lolo no puede dejar de darse cuenta, del mismo modo que ninguno de nosotros puede dejar de hacerlo en este cubículo diminuto excepto Ana, le invitaba a una partida de dados. Y yo me apuntaba. Y después también Tony, relajado. Y después Sofía, Laura y Rosa. Pero esta pronto desaparecía tras la cortina con Lolo, al que nuestro único juego no parecía servirle de nada para tranquilizar el cuerpo.

Y así eones enteros comprimidos en un tiempo de cuatro semanas. Una y otra vez en un círculo infinito que en el fondo cansaba a todo el mundo pero nadie parecía poder evitar. El terápsido revolcándose en su tumba de piedra cubierta por el polvo de los años. ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? Y yo que sé, pero al menos era algo. Quizá deba preguntarle a Ana a ver qué piensa al respecto, pero está desconectada, con la espalda recta en la postura del loto. O es una maq o está rematadamente loca. O ambas cosas.

Rosa y Lolo salen de la cortina y rápidamente cada uno se sienta en un lugar opuesto de la sala. Alguien dice que es hora de comer y va a por los tubos. Nos sentamos todos como podemos y empezamos a chupar de él hasta que se acaba.

van ganando

Estábamos tirando el talento
en rutinas frías que no lo requerían.

La misma historia desde que el tiempo es tiempo y eso,
el pan, la carne, el ajo y el pescado.
Mantenernos vivos nos estaba costando
demasiado.

Tenías la cara vacía.
Yo te miraba y tenías
la
cara
vacía.

No había nada en tus ojos.

Recuerdo otros tiempos, ahí
suele estar siempre el pecado.

Recordar demasiado, según el caso,
puede ser un suicidio tan profundo
como para reventar algo.

Nos habían convertido en todo lo que odiábamos
y no parecíamos estar haciendo nada al respecto.

Y decían
“busca un trabajo” y “se productivo” y
“tienes que hacer lo que te toca”
y un millón de mentiras más con las que nos
ganaban por la mano.

No podíamos responder a eso. Ya no.

Y algunos, incluso, nos lo creíamos.
Nos lo creímos un rato.
Como si el mundo fuera a ser un mejor
mundo por coger cuatro o cinco llamadas de teléfono más.

Como si el mundo sin coches y sin edificios
no pudiera cantar, dibujar, escribir esto.

Como si el sentido del ser humano,
que danza y baila de aquí para allá
curioso,
siempre mirando y preguntando algo,
estuviera en un nuevo pollo envasado
que sabe de maravilla
y prácticamente no mancha la cocina
al prepararlo.

Lo peor, lo que me preocupa más y más tiempo,
es que parece que han ganado. Que
nos han convencido de que somos las bagatelas
que nos compramos.

Como si un ordenador nuevo fuera a hacer mi nueva novela.
O un coche nuevo llevarme lejos sin que yo lo conduzca.

Lo peor, lo peor de todo,
es que hoy por hoy van ganando.
Mientras, nosotros, atontados,
nos hacemos los regalos que producimos a precio de saldo
y recompramos con nuestra propia vida,
nos encontramos en Reyes y nos damos
los unos a los otros
esas mismas cosas
que nos están asesinando.

Sin aparentemente darnos cuenta
saltamos
cuando nos dan la voz de mando.

Hop. Hop. Hop.

Vuelta al trabajo.

20 trucos

Las putas saben que tienen un ojo encima y hacen horas extra. Los que van a timar ajustan los márgenes de beneficio haciendo cuentas de memoria y juzgan hasta dónde y hasta dónde no pueden intentar engañarle. Una de las columnas del negocio es la fiabilidad, y es más que seguro que, si descubre que le están robando parte de su comisión, la situación termine diplomáticamente de mutuo acuerdo, con un pobre diablo desangrándose en alguna parte cerca de los canales y él haciéndose cargo de la herencia de los cuatro oros que le arranque de entre los pliegues de la ropa y pagando una fosa común de su propio bolsillo.

Todo un detalle.