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Goyo, el hijo de Sara y Hare y más cosas

Ya, pero no os habríais conocido. Hay cierto determinismo inherente no en lo que va a suceder, sino en lo que ya ha sucedido configura. Existe ese cierto tipo de fijación de las cosas a posteriori, que es incompatible con eso de «todos los caminos llevan a Roma». No, no lo hacen. No tienen por qué hacerlo, más bien. No están determinados para ello.

No todos los caminos funcionan del modo en el que pensamos que lo hacen. O en el modo en el que nos gustaría que lo hicieran.

Goyo abrió la Gregoria perdiendo pasta, Sara y Hare se conocieron allí, y doce años después tienen un hijo. Sería precioso pensar que se hubieran conocido de todos modos.

Pero no preciso. El hecho es que, por lo que yo sé, sin Goyo no se hubieran conocido. Ni ellos ni Víctor y Leti. Empiezas a ver por dónde va esto.

Ya es bastante.

Hablar de la Gregoria desde la distancia, ya. Pero. Pero. ¿Quién estuvo allí para cerrarla? Ya, quién. Goyo, yo era un mero comparsa, un añadido, un complemento, un testigo.

Yo estuve allí con las consecuencias negativas (como testigo), que te comías por adelantado (como testigo). Cerrando la Gregoria. Con Goyo nervioso estúpido infantil que no era capaz de entrar a recoger sus cosas. Cómo dolía aquello, cómo sigue doliendo. Doce años después Sara y Hare tienen un crío. Eso compensa.

Tiene que hacerlo, porque aquello fue dolor puro.

Fue dolor puro ver a Goyo tan frágil, tan poca cosa tan profundamente herida.

Es bonito pensar que aquella hecatombe previa dictaminó estas felicidades presentes.

Que Sara y Hare se conocieron por compensar de algún modo aquel dolor.

No, no sé si es bonito o no, pero sí sé que es precisamente lo que pasó. Eso no lo sabíamos, ni Goyo ni yo, mientras estábamos cerrando la Gregoria, recogiendo las cosas. Sobrepasados.

Porque aquello erá más grande que nosotros. Mucho más.

Y conocí a Hare, y a Oscar, y a Vic, y a un montón de gente que siguen formando parte de mi vida. Pero en aquel jodido momento en el que entrábamos, recogíamos y salíamos por última vez de la Gregoria no sabía, no podía saber, nada de todo esto. Sólo podía mirar a Goyo y decirle te acompaño. No. No lo hagas. Y se fue, y no sé a dónde. Y se acabó. Y mirar los cierres metálicos sabiendo que nunca más.

Nunca más.

Pero las consecuencias aún siguen creando vida.

Gracias, Goyo. Gracias enormes.

Causante de todo esto. Estés donde estés.

Voy al baño, meo, pienso, tiro de la cadena, me escurro. El agua cae y se va por el agujero. No, no todos los caminos conducen a Roma. Al menos no excepto a esta Roma que tú creaste.

Eso merece, al menos, un abrazo. Qué menos.

cuestión de números

En este día me planteo algunas cosas.

Eso no es una novedad.

Medir la edad del universo tiene un condicionante claro. Según las teorías de Einstein la velocidad de la luz es la máxima velocidad a la que se puede desplazar cualquier cosa en el universo.

Por lo tanto si nos basamos (porque no nos queda otra) en la observación debemos ser conscientes de que sólo la luz a la que le haya dado tiempo a llegar hasta nosotros desde el principio de los tiempos será la que veamos hoy por hoy, y en eso basaremos los únicos cálculos posibles, 13.700 millones de años. Nada menos. Esperemos nuevas. Tenemos tiempo. Es lo único que tenemos.

Vivimos tiempos extraños. 24 mil millones de euros para Bankia (más miles de euros que miles de años del universo) no son un robo, son un proceso de la economía de mercado. Nueve carros en un supermercado para llenar las arcas de la beneficencia sí lo son. Es posible, en nuestro mundo, que un tipo se muera de hambre justo al lado de un Mercadona. No sé si ha sucedido, lo que digo es que es posible.

Un tipo puede verse arrancado de su casa, ver como entra en subasta y aún le queda una parte sin pagar que le queda como deuda, y al mismo tiempo a través de sus impuestos seguirá financiando a Bankia en forma del dinero público que hemos metido en ella. Eso siguen siendo movimientos del mercado. Cosas inteligentes de tipos más inteligentes que nosotros.

La propiedad es la que justifica todos los crímenes de la humanidad. Yo tengo esto, tú tienes que pagarme por ello.

El rescate de Bankia costará más que ocho expediciones a Marte.

Más que ocho viajes a Marte.

La FAO afirma que podemos sostener a una población diez veces mayor sin que nadie pase hambre, pero sin embargo la mitad de la población mundial, 3.500 millones de personas, pasan hambre.

Ponle cara a todos tus amigos, pónsela. Ahora imagínate 3.500 millones de personas si puedes. Yo no puedo. No soy capaz. Todos esos pasan constantemente hambre.

Los derivativos, un producto financiero especulativo, hoy por hoy ascienden a 480 millones de millones de dolares que no existen. No existen porque no hay una riqueza material que esté detrás sustentándolos. Esta cantidad supera 10 veces el PIB de la economía mundial, y 3.2 veces la riqueza mundial. Burbuja especulativa cortesía de los especuladores.

Es posible que todos se vuelvan locos y quieran cobrarlos al mismo tiempo. Eso nos mandaría a la mierda en un pispás. A lo mejor no son locos, a lo mejor se dan cuenta de que están invirtiendo en aire y quieren recuperar su dinero a la vez. Esperemos que no.

El 0.2 por ciento de la población (11.000.000 de gente que nos dice que les debemos cosas) dicen que controlan el 37% de la riqueza mundial.

A lo mejor tenemos que liarnos a ostias. Ellos tienen papeles que demuestran cosas.

Nosotros tenemos hambre, y somos el 99.8% de la población mundial.

Y ellos nos están matando de hambre en función de esos títulos de propiedad.

Ellos tienen papeles.

No quiero sumar, pero es muy fácil hacerlo.

Ellos nos están condenando a morir de hambre en virtud de no sé qué cosas.

Van a tener que contratar a mucha gente para defenderse.

Y no van a ser suficientes, aún así, porque somos el 99.8%.

O se reparten las cosas, o va a haber muerte. Va a haber mucha muerte (11 mil millones).

Y no pueden olvidar lo fundamental: nosotros no tenemos nada que perder. Ya estamos casi muertos. Muertos de hambre. Morir por nuestros descendientes es siempre más loable.

Marca el tiempo, pon el cronómetro en funcionamiento.

Tic tac.

Y contando.

galeras

Siempre se dice que el oficio más antiguo del mundo es la prostitución, pero este pensamiento no tiene base alguna. Se conquistaba al pueblo de al lado y a las mujeres se las violaba y punto. Para que exista prostitución tiene que haber una compensación a la transacción en forma de algún bien material y ésto no llegó hasta más tarde, en los sitios en los que había algún tipo de paz momentánea y violar estaba mal visto porque, simplemente, al padre de la criatura podía no gustarle tu forma de aliviarte y eso de la paz le amparaba para poder cabrearse en público. Para compensarle se le daba algún trozo de cabra o algo semejante a la sujeta pasiva de la acción y todos tan amigos y es probable que vuelva luego si mi mujer sigue con sus manías.

El oficio más antiguo del mundo, sin duda alguna, son las galeras. Un tipo te privaba de libertad, te ponía a remar y a cambio de eso te daba buena bazofia para comer y te permitía seguir viviendo, que no es poco, y ahí es donde está la transacción o el pago que justifica llamarlo «trabajo». Cuando ya no podías remar te tiraba al mar y fin del contrato, con al menos una parte satisfecha como requisito sine qua non, seamos civilizados. Como alguna gente perspicaz no dejaba de criticar este sistema ha ido evolucionando a lo largo de la historia de muchos modos. En el caso clásico de las galeras el tema es que el tipo era dueño del barco, pero ese planteamiento hacía aguas porque tú podías responderle que qué coño hacías tú en un barco si el mar te marea y lo más que has viajado hasta ahora es al pueblo de al lado a… a aliviarte. Con semejante respuesta al tipo de la galera se le ocurrió reclamar la propiedad de la tierra, y como comer es algo que nos gusta a todos pues ya estaba hecho el trato: tú trabajas la tierra y yo te permito quedarte con la miseria que necesites para estrictamente mantenerte vivo. Más tarde fueron los telares, la industria, las empresas… las galeras se han conformado como el medio más eficaz para hacer que unos pocos disfruten la brisa en el puente mientras el resto se destroza el lomo remando con la excusa de la propiedad de algo. Y ahora, por lo que parece, las corporaciones vuelven a comprar la tierra para arguír algo medio creíble en este constante proceso de deslomar humanos con fines parasitarios. Siempre es bueno volver a los clásicos, nunca pasan de moda y constituyen un buen fondo de armario.

Ahora los empresarios argumentan que ellos tienen la propiedad de los ordenadores, las oficinas, las moquetas, las máquinas de café que no funcionan, las tazas del váter y toda la demás parafernalia y que están pagando un sueldo a sus operarios porque son buena gente, ya que los remeros no arriesgan nada en el proceso.

Siempre me he preguntado por qué el capitán del barco no baja a galeras si es una profesión tan libre que permite pasar de barco a barco sin riesgo alguno y vivir la vida padre, y más ahora que en vez de echarte por la borda cuando ya no puedes remar te dan una pensión, ganada reduciéndote la comida durante toda tu vida útil (es decir, mientras tu cuerpo puede remar) para dártela luego congelada para que te la vayas administrando en cómodos plazos mensuales y catorce pagas hasta que educadamente te mueras. Lo más pronto posible, por favor, que ahora eres improductivo y esto no es una ONG.