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volviendo a guadalajara

Siempre es bueno coger el coche para ir a alguna parte. El coche nos confiere una falsa (pero potente) sensación de independencia y libertad. Coger el coche y salir pitando a recorrer el mismo camino tantas y tantas veces recorrido de crío. Ahora las distancias han menguado. Parece que todo está más junto.

Que en todos estos años que han pasado los pueblos se han ido acercando, haciéndose colegas. Que la carretera, precisamente por eso, ahora es más corta. Al llegar todo sigue en el mismo lugar, pero no exactamente en el mismo sitio.

Lo primero que se aprecia es que, igual que la carretera, todo es más pequeño. La casa es de dimensiones normales. La gente que parecía enorme es bajita y simpática. Los techos no son inmensamente altos. Lo segundo es que un montón de desconocidos te conocen. Te besan, te abrazan.

Y entonces es cuando llega. Esa sensación de estar en casa.

Mirar al fuego mientras la tarde pasa. Calentar el café en las brasas. Despedirse de todo con un nos vemos, aunque dudando. Dudando porque a la vida no le gustan estos juegos de tranquilidades. Prefiere seguir teniéndonos con el corazón en la garganta a golpe de mata.

la cama se ensucia y el ambiente se pudre

Propone mujeres de rabia y dolor con cara angelical, chicas de la puerta de al lado, pecas y lunares. Todas con causa común, la de un cuerpo que agrede o es agredido. La del sexo como miseria porque la cama se ensucia y el ambiente se pudre.
Arterego hablando de las fotografías de Richard Kern

Y eso era todo al día siguiente. La luz mortecina del cielo nublado, el corazón en un puño de querer decir adiós sin saber muy bien cómo, el café soluble calentado en el microondas, el cigarro asqueroso en dedos amarillos de piel excedida por todo lo que se fumó anoche, las lenguas pastosas de la cerveza, el vino y la saliva del otro, que ahora está enfrente y es complicado de encarar. La sonrisa tímida y confusa de durante, durante todo esto que está pasando esta mañana, que pretende una cercanía sin acercamiento, un reconfortarse sin entrar en contacto, un saludo que ya es en sí un hasta luego.

sinceridades

Qué gratificante es ser sincero cuando no te va nada en ello.

– ¿Tengo el culo bonito?
– Tienes el culo como un triceratops, guapa.

Tiene un culo estupendo. Pero le muestro sinceramente mi falta de interés en todo esto.

– No seas absurdo, tengo un culo bonito, me lo dicen mucho.
– Eso no vale para nada. Todo el mundo miente. Y más sobre estas cosas. Te dirían que tienes el culo bonito aunque fuera un cráter lunar peludo, pálido y partido por la mitad con un serrucho.
– Vamos a tomar otra cerveza, que hoy estás tonto.

Se levanta y va a la nevera, yo espero en la cama encendiendo un cigarro. Vuelve con un par de latas de cerveza viva.

– Pues tú estás gordo.
– Eso ya lo sé.
– A mí no me molesta que lo estés.
– Deberías ser mi médica, sería todo más fácil y divertido.
– Supongo que en ese caso mi perspectiva cambiaría. ¿No te gusta mi culo?

Pone morritos. Yo nunca he sabido muy bien cómo resistirme a eso.

– Sabes perfectamente que tienes un culete estupendo.
– ¡Gracias!

Pero estoy corroído por la sinceridad, de la facilona, de la que no supone ningún esfuerzo.

– Sin embargo… tienes los hombros muy caídos.
– ¿Y a quién coño le importan los hombros, joder?

Le da un sorbo a la cerveza y se mira la punta de los dedos de los pies, sonriendo.