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a bum bum

Mis ojos eran lo único que sabía exactamente dónde estaba.

No sabía nada, juro que no sabía nada, que andaba buscando en medio de todo una lucidez que se me escapaba… qué te iba a decir a ti, que estabas en medio de ninguna parte, buscando en el fondo del vaso una verdad que no había sabido llegar a la superficie, la muy cabrona… no tengo respuestas, qué joder, no las tengo. Tus ojos claros sobre la realidad opaca, tus ojos claros sobre una verdad efímera que no cubre ni salva a nadie…

(Tienes que limpiar la casa, ¿para qué? pues no sé, para gente como yo, por ejemplo, entonces no significa nada, no significa nada si es sólo limpieza, pero es que así no se puede, pues que no se pueda, pues me quedo esta noche, pero no mañana, pues que así sea).

No podía encontrarte en medio de tanto destrozo, porque el destrozo era tu cuerpo y tu cara y todo lo que estaba dentro, incluida tú.

El día que pueda, buscaré tu nombre.

Si es tarde, ya me lo dirás entonces.

(Tus ojos claros sobre la verdad opaca, tus preciosos eternos incombustibles significantes ojos claros sobre esta verdad opaca que me rodea y me expresa cuando ni rodea ni expresa nada).

Hambre

Ella sonreía como un aparato digestivo a punto.
A punto de digerir, supongo.
Me miraba con hambre mientras finiquitábamos
los litros y espumábamos las cervezas.
Qué difícil es escapar de la soledad.
Qué difícil es hacerlo con calma.
Qué difícil es mirar a otra parte mientras sucede.

Cuando no podías tenerte en pie
te llevé a la cama,
te quité la ropa. Te acosté.
Dejé mi teléfono sobre la mesilla
y me fui corriendo a otra parte.

En las calles de Malasaña la gente reía
y gritaba y remoloneaba en la noche que
no quería terminar todavía.
Andando hasta Cibeles. Autobús.
Otro autobús.
Casa.