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En cualquier otro sitio

Susana abre las cancelas
de su tímido, tórrido y
elocuente imperio.

(Ella en realidad no quiere esto, pero
el sacrificio de su cuerpo es
el único que entiende y el
único único al que estoy dispuesto).

Todos los cerrojos se liberan, y
todos aquellos que soy en sus umbrales
ahora franqueables saludan con
estentórea risa los horizontes
descubiertos.

Y cada uno de mis inventos
toma posesión de su reino.

Y cada uno de los juegos sale
de su caja y extiende el
tablero.

Tras largo tiempo, todo está ya
bien dispuesto.

Y corro uno aunando mis cuentos
para salvar aquel otro que ahora es
el punto cero de estas nuestras
distancias.

Tiro el dado, y cuento.
La partida ha llegado desde tu
infinitud transitable hasta todos
tus más renuentes escondites.

Te tomo la mano y lucho por
soslayar tu espejo, que es aquel
lugar donde tan fiel y
terriblemente me reflejo. Construyo
otro que me dice que soy el
señor de tu tiempo. El maldito
amo de nuestro universo.

Así puedo ver y veo
cuando Susana abre y
sólo sin ver lo que no veo
abrazar abrazar todo su
esfuerzo inútil e inmenso y
amarlo con fuerza y
olvidar olvido el sopor del
olvido y que todo y
la casa los gestos los
cuadros los rostros son sólo el
cristalizar de las reglas que
invento y aplico en un
cuento que cuento y me cuento
jugando cretino a vivir
en este como en cualquier.
En otro. Sitio.

En cualquier otro sitio.

Barrotes quietos

Escribo bolígrafo tintes azabache
en estos blancos yermos. La poesía
me retiene en mi sitio de Madrid
y azada y verano trabajando, mientras
se abalanza águila sobre todo
ello para revelar mi huida y mi
desespero.

Si llega y se abre yo me paro y
hablo mientras es ella la que
narra, ahora dice calla y yo
duermo con la fuente seca y la
resaca de sus amargos encuentros.
Besos agridulces de mi sustento
y  mi veneno. Letanías críticas
que desencuadran y excentran
la mirada y la tornan agua
salada, que yo bebo en tragos
lentos del cáliz dorado
de mis barrotes quietos.

Me voy

Me voy y no me llevo ni un
solo recuerdo, ni una imagen ni
un sueño. No quiero un bolígrafo ni
papel muerto. Dejo mis ojos en
la cama, la nariz en su caja.

Diáfano abandono todo mi
cuento. Somos agua y fluimos en
los cauces en los que creemos (y
solamente en ellos). Puedo
dejar esto y perder algo que llamo
una identidad o un punto de
coherencia. Puedo y lo hago.

Me voy. Me levanto. Hago
la cama. Cada cosa en su sitio
con su conveniente olvido. Salgo,
el trabajo comienza temprano.