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[Lectura…

… encarecidamente opcional)

Fuera de todo, fuera del tiempo del
libro, en una habitación secreta,
se habla desde otras miradas:

Entiendo,
esto puede ser
difícilmente comprensible
si no
enciendo
la mañana
y os cuento.

Esto no es
un
poema sino un relato cortado
de mis manos sangrando
(¡eso es romanticismo!)
que duele joder que duele
no quiero determinaciones
pero tengo algunas propias y
un poema no es bonito sino que
es una putada que sangra y me
sangra cuando lo leo, cuando lo
escribo, cuando tú lo lees y
te vas introduciendo en
todo
mi
marco
de
pensamiento.

En mi atmósfera mi
contexto mi perfume no
intentes declamar esto
no nació de esa manera
olvida lo que sea la
poesía y pregúntate

¿por qué muere
aquí precisamente
el
verso?

¿Qué está gritando este
bastardo?

Quizá te parezca que
sólo escribo
juntando palabras que
no necesitan significante porque éste es
vacío.
Y te equivocas.

El significante es el vacío.
Y eso,
tajantemente,
no es lo mismo que no hablar de nada.
]

Ojos y botellines

Que no tengo,
asimismo,
ojos tampoco,
que te juro que busco
unos que me
expliquen y me hagan
querible,
que me voy configurando
alado con cada desayuno
que trago,
con cada pesadilla
que asimila mi organismo.

Tomo un cenicero y
no tiene reposabrazos,
debo dejar
los míos dentro;
en estado latente siempre
fui un genio de
la lámpara del
no-estar-aquí
cuando
no-quiero-estar-aquí.

Alzo los brazos a la tierra
de tierra del suelo
y les hago brotar
flores,
flores de carne
bajo el estanque
de corrupción
que son mis propias lágrimas,
mi propio sufrimiento,
mi propio cajón,

donde duermo.

Mi bandera es…

… atiquénaricesteimporta,
algo desleída, lo reconozco,
pero así son las cosas
cuando no son de otra manera.

Sorbo zumo en el dormitorio,
el carácter no etílico del mismo
produce un rechazo en mi organismo
y la cosa termina,
como siempre en estos casos,
en el mismo sitio,
en el mismo váter.

Mi bandera ondea
al viento libremente
más allá de las mareas,
de la devastación del creyente,
está colocada mucho más allá
de sus guerras santas y sus conquistas
de almas.

De sus formas de hacer
cabezas con máquinas,
de sus rituales imbéciles
destacados, pedantes y melifluos,
de su sonrisa, de su mezquindad,
de su ruindad, de su
triste y ubicuo carácter infantil,
de sus flatulencias intelectualoides
y sus afectaciones esquizoides,
de sus inmarcesibles neurosis
que pintan de colores
las cosas que no los tienen,
produciendo horrendas
combinaciones
que me tengo que
tragar,
junto con el desayuno
y el autobús, al ir a trabajar
o a una facultad en la que
me matriculo,
los inviernos,
para no pasar frío
fuera.

Y ellos son constantes
y alucinantes,
siguen viviendo a fuerza
de hacer un jardín del
mundo, con sus parterres
y sus centímetros exactos de
césped,

en él me ponen a mí
y a otros en su
justo lugar, y nos
riegan, y sueñan
con vernos crecer, y
con que no demos
problemas, y con que
no nos metamorfoseemos
en malas hierbas;

pues es cosa de mal gusto ser mala hierba.