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Perfectamente convencido

de haber comprendido de una
vez y para siempre, te canto:

“Quédate con mis días,
con mis noches también,
quédate con mi vida
si no te vuelvo a ver,
quédate, no te marches,
que no te quiero perder,
quédate con mi cuerpo
de la cabeza a los pies… ”

Perfectamente convencido
de no tenerte te lo digo,
palabras que caen en vano
sobre tus oídos, que no cambian nada
lo ya dicho,
pero que, sin embargo, dibujan una
sonrisa complacida en tu boca
mientras te vistes,
mientras te redecoras con tu
lápiz de labios y te peinas
en el lavabo,
y yo estoy aún en la cama,
soñando con la noche que ahora
se diluye, con tus piernas y
mis propias palabras aún sonoras
en el aire viciado de humo de tabaco,
y tú terminas y me miras
como si fuera el único hombre
al que hubieras querido nunca,
te reclinas sobre las sábanas
que nos han tenido esta noche,

yo te beso como si fueras
la única mujer a la que hubiera
amado nunca,

y tú dices “gracias”

hermosa como la misma vida
recogida en un instante,

y también “tengo que irme, tengo clase
a las diez y media”

y es entonces cuando ya sólo quedan
las palabras y el humo,

tu aliento de café con prisas
y leche sobre mis mejillas
húmedas.

A Dany Hare.

Me voy al trabajo

a hacer algo idiota y
después vuelvo,
a ver una programación idiota
hasta que, como un idiota,
me levanto
para ir al mercado idiota
de las ofertas y hacer la
comida,
ojear un par de catálogos
idiotas por si pudiera comprarme
algo asequible e idiota,
ducharme para no oler a
nada que no sea desodorante
y colonia y champú,
y como un idiota como
agotando el tiempo hasta el
momento en el que
me voy al trabajo,
a hacer algo idiota,
para no perder las formas.

Y me miro

en el espejo que tengo en el baño
y abro la puerta del otro lado,
en el que está el otro,
al que no le va ni mejor ni
peor que a mí,
aunque sí distinto,

y le digo

“buenos días” y soy sincero.

Él tiene puesta la radio como yo
y se está cepillando los dientes mientras
yo me afeito
y tiene una importante
calvicie en potencia -de lo que
yo, de momento, aún me libro-
y no está de buen humor
porque no quería levantarse
ni mirarme directamente a la
cara tan solo por que yo,
por las mañanas,
trabajo y debo despertarme
temprano.