Siempre estamos pendientes de la manifestación del dios de turno en las cosas.
Sin eso, no habría juego.
Es la partida de siempre. Los dioses juegan a los dados, pero no tiene nada que ver con nosotros. Se apuestan sus cosas, pero no son las nuestras.
Pero a veces, sólo a veces, se envían a sí mismos dentro del tablero que ellos mismos crearon, para jugar con más impetu, supongo.
Eso es un avatar.
Una manifestación de ellos mismos en nuestro habitual tablero de juego. Todos estamos esperando los avatares, desde hace tiempo. Pero no llegan. O no los vemos.