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la muerte ronda fuera

no esa que se ceba con el cuerpo, sino esa otra que te paraliza

podría ser normal, si no fuera tan estúpido

todo lo que sucedió tenía su sitio, y habrá que contarlo en alguna parte

subiré las fotos, y contaré de las historias lo que se pueda.

Esta noche.

verdades, mentiras, paseos y el nécora

Estaba pasando por ciertas cosas que no quería pasar. Un reencuentro con un colega que hace tiempo no veo, un paseo cuando no quiero pasear. «¿Un cigarro?». Fuma marlboro, cosas que ocurren con la edad. No tiene pelo. Nunca lo tuvo. Me hace preguntas y yo no quiero dar respuestas, pero soy moderadamente educado y lo hago. Las doy, las tiendo. A veces las lanzo. Después, solo en mi cabeza y en el paseo que no quiero dar, son esas mismas respuestas las que me propinan punzadas en la pleura.

No me las creo ni yo mismo. Soy educado, pero no sincero.

Tampoco él las creyó. Me conoció demasiado, durante demasiado tiempo.

Por eso quizá no querría haberlo visto.

Es fácil mentir a quien no te conoce en absoluto. Con quien te conoce mucho sólo puedes tener sucedáneos de mentiras, en el que las falsedades se quedan cortas para cubrir y tapar las verdades.

Las verdades son más largas.

tonterías

Ha sido un momentito sólo de pasada.

Ayer, tras comprar un par de cervezas en la bodeguilla de los abuelos de abajo, encendí el ordenador. Pasé un momento al baño para dialogar con la taza de asuntos personales que sólo nos afectan a ambos, y me lié con el tercer capítulo de la novela, nutrido pero aún sin nombre.

La noche pasaba sin darme cuenta, y se encendieron las luces de las farolas mientras yo apuraba la primera cerveza y colocaba un punto y aparte a propósito. No me llevo bien con un par de personajes, los detesto, pero son picajosos y molestos y se abren hueco a codazos en la historia. No puedo prescindir de ellos, porque no quieren prescindir de sí mismos. Uno de ellos es el protagonista, se parece demasiado a mí mismo, pero con matices. En esos matices está la molestia. Es como mirarme en un espejo de azogue podrido, una imagen deformada de mí mismo pero, al mismo tiempo, tan parecida en líneas generales que inquieta. No me gusta verle haciendo lo que hace, pero las historias son coherentes y, una vez que empiezan, en seguida reducen las posibles opciones de desarrollo.

Me acordaba del fin de semana y me parecía cansado, muy cansado, una hecatombe. Me pregunto qué sentido tiene todo esto una vez que ya ha sudecido. Mientras sucede es la misma vida, es divertido, pero una vez que llega el lunes… ¿qué resta? Creo que hacerse esa pregunta constituye, en el hecho mismo, un problema.

Bah, no digo más que tonterías.