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exigencia y sinsentido de ser

«Una excepción en medio de la intemperie. Pues ya se sabe que generalmente, en el abrazo entre hombre y mujer, late el obcecado intento de negar la soledad, pero ocurre que el abrazo es efímero y la soledad permanece incólume.»

De nuevo el «Cuaderno Amarillo», y más:

«Una fe que no es experiencia sino, más bien, una especie de respuesta existencial frente a una situación límite: algo así como la exigencia de que este mundo tenga algún sentido. Pascal dirá: una apuesta.»

Pero él no traba amistad con la religión institucional. Piensa que uno debe mantenerse en pie por sus propios medios, en la medida en que uno quiere ser uno mismo. O en la medida en que uno quiere, al menos, intentarlo.

El sinsentido constante no parece ser un problema, si considero que todo es un juego (con la seriedad que puede llegar a tener un juego en cuanto tal, sin pretender, en absoluto, frivolizarlo todo). Si considero que todo es un bonito castillo de naipes que construyo segundo a segundo y tal y tal y tal. Lo que pasa es que a veces se te agostan las ganas y te gustaría tener a mano una buena ala bajo la que meter la cabeza, un rato. Un compañero de juego, quiero decir, un kombatiente aliado. Eso se echa en falta. Supongo que hoy es día de rememorar. Supongo, no lo sé. Desde luego, si te acuerdas de en qué día vives, hoy es un día perfecto para hacer repaso y poner nota, o algo parecido.

……………………

Estaba subido al palomar, intentando dormir un rato. No consigo dormir lo que debería, y no tengo claro por qué. Cuando fui a las guadalajaras, dormí como un niño. Vacío. Qué bueno fue, mientras duró. Fue atravesar el dintel de mi puerta y al otro lado me esperaba el insomnio, con un cuchillo entre los dientes y vestido de pirata. Ahora mismo estoy cayéndome, no me tengo en pie (tanto figurada como literalmente). La cama es cómoda, las sábanas huelen bien y la almohada está bien mullida. Todo está preparado (¿ritualizado, quizá?). Pero algo no funciona mientras voy dando vueltas y vueltas y pensando en Diógenes, el perro.

……………….

Después bajé y miré el caos de salón que la pseudo limpieza ha generado. No tengo ganas de meterme ahí. NO es muy atractivo respirar polvo acumulado, tenso y avejentado. Recordar sin quererlo en qué momento compré cada uno de los libros, mientras los coloco ordenadamente en la estantería, recordar qué hacía mientras compraba un libro relamiéndome de gusto.

……………….

Así pues está claro. La exigencia de ser tiene el contrapunto del sinsentido de ser. Eso es lo que le diría al ala si la tuviera encima de mi cráneo. Estaría bien abrazar el ala y contarle todo eso y derretirme un rato, desvanecerme un momento, para luego reescribir el cuento, con las pilas cargadas.

Un compañero de kombate te conoce tan bien que quizá no sería necesario decir nada, sólo estar así, en un regazo (no uno cualquiera, ese es el pero), estirar las piernas o encogerlas en posición fetal, estirar los brazos o no, llorar o no, reír, abandonarte sintiéndote protegido un rato (todos somos Atlas a jornada completa, y eso acojona y, a veces, paraliza, aterra), mirar el negro que cierra los párpados cuando descansas.

No ser nada para, después, volver a serlo todo con más fuerza.

remozar

Supuse, llegado el momento, que lo mejor era sacarlo todo, hacer limpieza y tirada, y volverlo a colocar de un modo propio 100%.

Pero hace un par de días que llené el salón de trastos y no termino de decidirme a reintegrarlos a sus vanos.

Iba a hacerlo, pero me rapé el pelo.
Iba a hacerlo, pero me fui de charla con Ortondo.
Iba a hacerlo, pero me fui de juerga con Miguelón y llegué muy tarde.
Iba a hacerlo, pero me fui a comer con mis hermanas.
Iba a hacerlo, pero me fui a montar en bici con Nano.
Iba a hacerlo, pero Nano me pidió canciones y yo se las toqué.
Iba a hacerlo, pero me fui de juerga con Nano.
Iba a hacerlo, pero estoy escribiendo esto.

Me extraña. Me intriga. Me enciendo un cigarro después de levantarme a la una. Me pinto una flecha en el ombligo (aquí está el nexo con todo principio). Pongo a Sober en el ordenador, sólo por no buscar cualquier cosa. Tengo el cuerpo machacado, por el binomio juerga-bici. Hoy es 13 de agosto. Un mal día, hoy habrían sido diez años. Pero ya me da igual.

Esta tarde haremos bici y nos iremos a ensayar al parque del seven. Se acerca septiembre, y con él los conciertos.
Nos sentaremos en el césped con la guitarra y la percusión y tocaremos. Borrachos, ceda el paso, me siento tan pequeño, sí, sí, sí, sí, me paro a mirarte… y las demás. Luego, tarde, creo que iremos a bañarnos en la piscina, con un par de cervezas, a continuar el ensayo en otra parte que moleste menos. Luego será sábado, y me montaré de nuevo en la bici. No sé qué haré después.

Pero esa es la tónica habitual.

…………….

¿Otra despedida? Estoy tan aburrido ya…

Decía Paniker, en el cuaderno amarillo:

«Aunque quizás eso de despedirse no tenga mucho sentido. Nos hemos despedido ya todos de todos a fuerza de no encontrarnos. Quiere decirse, que venir al mundo es ya despedirse del mundo. Y que nada, absolutamente nada, es normal.»

proyectos

Y yo me subí a la barandilla del puente en la séptima vez mientras Cristina gritaba: por favor, no te tires, por favor. Sólo entonces comprendí que me estaba dejando otra vez. En realidad a mí me daba igual que lo hiciera o no, porque no había dejado de resistirse a mis constantes intentos de adentrarme en el juego espeluznante de sus senos desnudos. Yo estaba sentado allí, en la barandilla del puente, con mi vida en la cabeza y otra en el aire, y lo último que pensaba era en tirarme al río. Creo que ella no se daba cuenta de que el agua estaba a dos metros escasos de donde yo cogitaba. Si me hubiese tirado sólo hubiera conseguido empaparme, o quizá matarme de un resfriado. Pero, pensé, quizá ella es consciente de todo esto. Quizá lo único que quiere vivir es el romanticismo de ver el acto desesperado de un ex-amado. Y entonces la dejé hacer, mientras ella se acercaba lentamente a mí, en un paroxismo estúpido, y me tendía una mano nerviosa, que yo tomé mientras descendía de la barandilla, concediéndole un recuerdo hermoso. Supongo que de ese modo tan estúpido y, al mismo tiempo, tan honesto, he estado en su cabeza todos estos años.

Donde las cosas no suceden. Capítulo tercero.
En destrucción.