y a vueltas con ortondo,
Año: 2004
de vuelta
De vuelta, con los hombros más relajados, con la mirada más serena (y esperando que dure, jejeje). No he hecho fotos, supongo que no me apetecía. Ha hecho buen tiempo hasta hoy. En todos los sentidos, puede decirse. Debe, de hecho, decirse de, o predicarse de. Ya se irá andando. Estuve en las fiestas de Oviedo, viendo las cosas suceder. Montamos en bici (malditas rutas, me duele hasta la punta del pelo).
En cuanto a los últimos post, antes de… pues quién sabe, las cosas son como son y fluyen como fluyen, no hay que comerse más la cabeza. Lo que es está, y negarlo no sirve de nada.
Pero he vuelto al hogar, y estaba limpio. Y viene Ortondo a tomar unas cerveciñas, y me he despedido de Jorge en la puerta después de convivir una semana y, bien mirado, todo merece una segunda, una cuarta y hasta una quinta oportunidad. C’est la vie.
………………
Estar en medio de ninguna parte es un asunto sumamente interesante. Una casa desconocida, un ambiente extraño. Todo puede ser cualquier cosa. Entré por la puerta y me encontré con una casa-museo, que son las que más detesto para vivir. Una casa pulcra hasta el extremo en la que cada cosa tiene su lugar y cada lugar su cosa.
Pero era orden. Era sencillo. Era bonito. Era tranquilizador. Lo fue. Me ayudó volver a mi casa y encontrar un orden semejante (en apariencia, al menos).
Y Llanes es precioso. Está lleno de callejones, de sidra y, sobre todo, de mar. Volví a ver el mar. Esa inmensidad incomprensible e inaprehensible que existe pese a sobrepasarme absolutamente. Uno de los recursos para escapar de uno mismo es enfrentarse con realidades que te desborden. Como el mar. Grande. Te das cuenta de que todo no puede ser tu cabeza. Porque el mar, en ella, no cabe.
El paseo marítimo de Llanes esta hecho de hierba verde. A la izquierda acantilados. Yo paseaba hablando de filosofía con Jorge, como un Sócrates peripatético (fiel a sócrates en la reflexión, y a Aristóteles en los paseos), y estaba justo en medio del lugar donde las cosas suceden. Jorge tiene muchas dudas, y yo más. Las poníamos en común. Hablando de pibas, de filosofía, de literatura, de la vida.
Luego volvíamos al universo patológicamente ordenado de la casa. Yo hice de mi cuarto mi cueva. Un templo al kaos primordial, el apeiron fundamental que es germinativo por necesidad (el orden sólo puede nacer del kaos, que es primero y lugar al que volver).
Hablamos de mi teoría del kombate, del kaos, de la muerte (de morir en cada cosa que). Me dijo que era un atraso, que los receptores sinápticos del dolor se ceban con el dolor hasta pervertir la realidad circundante, reducida a pleno dolor latente y presente. Ahí me derrotó, me dejó sin habla. Luego cogí un libro de autoayuda que encontré en un revistero (el poder está dentro de ti, o algo así, de ¿Lay?). Me adentré en sus páginas con un escepticismo brutal, pero luego no supe qué. Las cosas pasan y estamos en medio.
Sólo me jodió una cosa, para esta mujer la enfermedad es siempre responsabilidad de uno. Uno tiene problemas que encapsula dentro del cuerpo para desarrollar el mal-estar, la responsabilidad es siempre de la falta de habilidad para hacer requiebros con los traumas.
Un ejemplo, al llegar a Llanes se me infectó el pendiente de la oreja, y remitió justo hoy, al volver, ya en el coche. Según eso yo no quería ir a Llanes, o algo así. Vaya usted a saber. Me lo he pasado bien, sin excesos (excepto la noche de Oviedo, pero gueno, en fiestas…) , no creo que no quiera estar allí, pero… buafff.
Las conversaciones son irreproducibles. Mi filosofía, lectívora, y la de Jorge, más vital (aunque porta título, ejem), se enfrentaban y se reducían la una a la otra hasta concluir en verdades más o menos evidentes, pero sólidas. En realidad no importa haber llegado a una conclusión u otra. No importa. El caso es que me es difícil encontrar a alguien con quien filosofar en condiciones, y me ha venido bien una semana entera compartiendo conocimientos con alguién tan cercano en ese sentido.
Y luego nos matábamos con los caminos asturianos. Duros. Bastante duros. Las bicicletas sufrían del mismo modo que las piernas, pero es bueno matarse frente al mar, sobre el mar, con el mar de fondo, justo lindando el acantilado del que te separan diez, quince centímetros… Si inconscientemente me hubiera querido matar, no encontraré jamás una situación tan adecuada para simular un accidente. Así pues: no me quiero matar en absoluto.
………………..
Aprendí mucho sobre las cosas, sobre las situaciones. Aprendí que el mundo no es un pañuelo.
………………..
En el coche me sentí libre, camino a un ninguna parte que no conozco. A la vuelta me sentí igual, regresando a casa. La casa me gustó, porque es mi casa. Ya no es una casa compartida a la que le falta algo. Ya no. Sigo queriendo igual, pero las circunstancias se rebelan y pintan cuadros diferentes cada vez.
………………
Y lo demás… ya irá saliendo, tiempo al tiempo. Todo va bien.
rebuscando
Varias cosas han pasado. Una de ellas es que me puse a rebuscar en el salón, para recoger algo. Encontré esto:
que es una mierda, pero es el papelillo donde ella apuntó mi dirección de entonces, hace ya diez años, en una aldea de Guadalajara. Tiene su explicación, todo estaba en una gran caja india regalo de generación en generación. Cuando se la llevó en el último golpe sacó de ella lo que no quería ver. Supongo que era casi todo. Generó un montón de papeles en mi estantería. De ese montón salió el papelillo, y un montón de cosas más que no he querido ni ver y que tampoco, por lo que sea, he podido tirar de una puta vez.
También hice esto, mal ejecutado porque estaba nervioso como un niño. Supongo que porque lleva su nombre. No tengo ni idea. No quiero saberlo.
Encontré un cuaderno de poemas de las navidades del 98, que pasé allí. Hay muchos, pero voy a meter dos.
Dónde.
A menos de cincuenta metros
tú existes, aunque no existas
ya.
Aunque ya no seas casi nada.
Pero duele,
y quisiera una excusa
para odiarte y así poder
seguir adelante sin ti.
Quiero, necesito odiarte
para no morir cuando
te vea marchar.
(Yo sé que te veré marchar).
¿Dónde están mis
amigos?
¿Dónde un hombro en el que llorar?
¿Dónde mis rosas urbanas,
dónde mi silencio bendito,
dónde mi guitarra, dónde
la sangre de este cuerpo
ahora sin carne?
¿Dónde te dejé en el camino?
¿Puedes decirme dónde?
¿Puedes recordarnos antes de
ser nosotros mismos?
¿Puedes aún amarme?
¿Puedes decirme joder qué
coño está pasando?
Dame un motivo y haré
un universo entero de ello.
No tener nada.
Tranquila, no
perdamos la calma,
la calma es
importante.
«Tú cuerpo se diluye en
pétalos de rosa». Dije una
vez que se diluía,
sin saber lo que decía.
Dije una vez que no sabía
lo que era amarte.
Y lo dije porque me amabas.
Lo dije porque lo tenía todo y
ya no recordaba lo que era
no tener nada.
Y no sé. No sé. No sé. He comprado unas cervezas. Las he comprado y las he enfriado. He dejado de recoger, de rebuscar. Me he sentado aquí. Buscando no sé. No tengo ni idea. Así son las cosas, supongo. No hay más. No hay explicaciones. No hay nada más. Así es todo.
Este año que está a punto de cumplirse ha sido nulo. Absolutamente nulo. Endemoniadamente nulo. Jodidamente nulo, asquerosamente nulo. No podría decirle que no he aprehendido nada. No sabría encauzar las vocales, no podría decirle que todo sigue en el mismo instante de aquel domingo, cuando me fui para no ver cómo se iba.
Addenda
No. No he aprehendido nada. No he podido aprehender ni aprender nada. Le he puesto el repeat a aquello, lo escucho una y otra vez. Soy capaz de interpretar lo que me llega de Vic, en la distancia. No tiene sentido. Te vas a joder vivo. Te vas a joder vivo. Es posible, pero no puedo hacer otra cosa. Vic, hay cosas que están por encima de nosotros mismos. Al menos de mí. No hablo por nadie más. Sólo digo que yo no soy capaz de levantarme por encima de esto. Digo que voy a seguir viviendo, porque la curiosidad no me deja otra opción. Pero ya no es. Ya no es. Me he perdido irremediablemente. Me he jodido. Estoy bien jodido. Estoy profesionalmente jodido.
Aún sigo viendo. Esto debe ser incorruptible, como el brazo aquel de Santa Teresa.
Addenda II
Y aquí sigo, mientras la tarde se desarrolla. Aquí sigo, llorando ya. A ver para qué cojones sirven todas estas lágrimas. Que alguien me diga para qué sirven todas estas lágrimas, y dónde están los besos que jamás se dieron, dónde están esperando. Dónde estás. Quisiera saber dónde estás. Quisiera saber cómo lo has hecho, cómo has conseguido que no duela, que no exista, que no signifique nada. Quisiera saber qué vuelos has dado. Que subrutinas del programa no supe meter. Supongo que da igual, todo da igual, ya no existe nada.
Es ya un yermo. Un campo yermo, agostado. Mis sentimientos atávicos, inveterados, sólo están dentro de mí mismo. Ya no hay contrapartida. Ya no hay nada.
Addenda III
Y a continuación la foto más lamentable. Me odio.
(en un ejercicio de odio personal, en un ejercicio de realidad, en un ejercicio de denostación propia).
29/09/04 ganas de quitar esta foto de aquí.