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el desengaño de las hormigas


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Después de tanto ruido no quedó ni la guerra,
ni siquiera roncos gritos de tempestad.
Retiré mis tropas, maltrechas, vacié las trincheras
con el hondo presentimiento de no saber más,

con la estúpida convicción cerrando la puerta,
toneladas de resignación cerrando la puerta…

Después de tanto ruido no quedaron restos.
Recogimos el mantel sin nada que tirar,
fuimos el desengaño de las hormigas,
caminaban cabizbajas volviendo a la tierra,

con la estúpida convicción cerrando la puerta,
toneladas de resignación cerrando la puerta…

Y no estoy ni vivo ni muerto,
ni roto ni entero,
no me moveré de aquí.
Y no estoy tirando la vida
si lucho por lo que más quiero,
no me moveré de aquí.

Después de tanto ruido sólo un desengaño,
todo lo que fue dejó de ser.
Sólo un chasquido, un breve pulso,
se mueve el interruptor y se apaga el sol,

con la estúpida convicción cerrando la puerta,
toneladas de resignación cerrando la puerta…

Y no estoy ni vivo ni muerto,
ni roto ni entero,
no me moveré de aquí.
Y no estoy tirando la vida
si lucho por lo que más quiero,
no me moveré de aquí.

menús

Ayer pedí un menú para dos para llevar, por teléfono, a un restaurante chino. Intenté explicarle al del otro lado que quería un menú para uno solo, pero no hubo manera. Me pareció gracioso, así que me eché a reír después de colgar. Luego no me pareció tan gracioso. Luego me lo pareció más aún. Luego no. Luego sí. Luego me entraron ganas de ponerme triste, pero enseguida cambié de opinión. Luego me puse triste, pero enseguida llegó la comida y me puse a llenar los carrillos. Mejor, dos rollitos en vez de uno. Debe ser que me gustan los rollitos de primavera. Entonces pues no se hable más, esperemos a la primavera para los malos tragos. Y para los buenos.

Después no pude dormir, daba vueltas y vueltas en el palomar mientras las horas se hacían eternas y escribía versos con la yema del dedo índice sobre la madera no tratada de la cama. Espero que no dejen huella. Es difícil frotar y sacar los versos escritos con la yema del dedo sobre la madera. Se quedan ahí hasta que el rozamiento y la frotación del transcurso de los días los borra.

Así que comí, como digo, y no estaba mal la comida china. Era un menú para dos, ya digo, y sobró. Sobró mucho. Supongo que en ese tipo de cosas el mundo está mal equipado. Como consecuencia a los segundos les da por derrapar y reventarse contra los quitamiedos de la melancolía, o la añoranza, o qué se yo. Pobrecillos.

Entretanto la araña número uno se mudaba de tela, dándome permiso para eliminar la antigua.

de Puzles

Siempre debimos llamar ayer al ayer, y no
recuerdo. La lluvia caía, tomábamos
café, tú jurabas algo, me besabas las
manos. Yo caía, caía. Como las horas o
los sueños al despertar. Como los días
que no puedo y que sonríen sin volver
luego. Yo caía. Como el café, desde la
mesa al suelo o la risa o la broma
del momento. Tú me jurabas algo, yo
asentía, fumaba, pedía la hora mientras
caía. Tú llorabas, llovías, de la tierra y
la lluvia el verde, y de mí y tus lágrimas
un solo silencio.

De Puzles,
libro cuarto de Canción de cuna para un borracho.
Kippel y/o cuentos.