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las leyes del caos










El gran matemático Henry Poincaré llegó a escribir que no podía recomendar la lectura de Boltzmann porque no podía recomendar la lectura de textos cuyas conclusiones están en contradicción con las premisas. […]

En esto consiste la «sensibilidad a las condiciones iniciales», ya que el más mínimo error en la condición inicial lleva a una amplificación exponencial. Unas causas tan pequeñas como se quiera tienen consecuencias esenciales en el comportamiento del sistema.

Ilya Prigogine. Las leyes del caos.

¿Cómo voy a cicatrizar si no tengo la sensación del paso del tiempo?

[…]

El presente es trivial y yo lo escribo en estúpidas notas.

Memento.

reflexioná

Reflexiona, me dijo Lorelay el otro día, no recuerdo en qué conversación ni al respecto de qué. Reflexiona… hace bullir las metáforas, hay una en la que sucede que nuestro estado habitual es el de rigidez, endurecidos, pero tenemos la libertad, después de un mayor o menor esfuerzo, de movernos con franqueza, desposicionarnos en algo. Nos flexionamos.

Pero lo de re-flexiona

Y así surge la segunda metáfora, axioma de la primera: al principio fue el movimiento, la indeterminación, éramos flexibles porque no éramos nada. Después fuimos solidificándonos en las posturas que consideramos correctas, interesantes o, simplemente, tersas o angostas, según el caso. Como el magma, líquido, nos convertimos en piedra. Pero podemos re-flexionar, igual que el magma dadas las circunstancias adecuadas de presión y temperatura.

Es curioso, ahora a la longitud se añaden la temperatura y la presión. Lorelay y yo no sólo estábamos en longitudes distintas, sino que las condiciones determinantes de presión y temperatura eran diametralmente opuestas. Lorelay estaba en una olla a punto de estallar cuando lo hizo, yo estaba en un paraíso, en términos de la presión y la temperatura, por supuesto.

Ahora digo solidificar, antes me gustaba más decir cristalizar. La segunda es una palabra mucho más bonita, más circense, teatral. Tienes razón, Hare, no puedo evitar conferir personalidad a lo que me rodea, y, por supuesto, las palabras lo hacen casi todo el tiempo. Cristalizar es pedante, afectada, hermosa y consciente de ello. Solidificar… bueno, es más pedestre, llana, terrible por sólida.

En un principio, allá por la infancia o cuándo fuera, éramos flexibles. Después nos solidificamos. Ahora re-flexionamos.

Ahora re-flexionamos, lo demás es campo vedado.

Reflexiona, me decía Lorelay el otro día, me parece que hablando de la cerveza. Fue algo dulce, casi puedo oirlo con acento argentino… reflexioná. Presión, temperatura, longitud… parece que no hemos terminado de flexionarnos, ¿verdad? Todo sigue en el mismo punto, excepto el somero hecho de que ya no convivimos. Para todo lo demás el tiempo (que no podemos olvidar que es la cuarta dimensión, y la más importante de todas en términos de coincidencias) sigue en el mismo punto.

Reflexiona, me decía Lorelay el otro día, hablando de la cerveza.

las fronteras, los enemigos








Una pregunta que no tiene respuesta es una barrera que no puede atravesarse. Dicho de otro modo: precisamente las preguntas que no tienen respuesta son las que determinan las posibilidades del ser humano, son las que trazan las fronteras de la existencia del hombre.

Dicho de otro modo… qué bueno. Que mítico. Es relajante, incluso terapéutico, ver que las cosas se pueden decir de otro modo. Eso las relativiza, las hace dependientes, un poquito más extricables, o al menos alcanzables. Salí, sí, salí. Estuve en Madrid, por Ciudad Lineal. En un lugar que se llama «Los enemigos», enfrente de un bar que se llama «Los amigos». Para pensadores diré que tomé unas cervezas. No me emborraché, pero tomé unas cervezas. Se puede expecular, seguramente. Seguramente me tomaré unas cervezas con Cisneros este fin de semana. Pero nada serio, supongo, como hoy. Una noche genial. Una noche excelente. Excepto…

With or without you, que sonó en el bar. Lo estuve comentando con Mary Ángeles. Ella después estuvo hablando de lo bien que se pasaba en mi casa, cuando… y es cierto. Fue cierto. Fueron unos momentos bestiales. Sacaba intención e ilusiones de Lorelay para eso y para todo lo demás. El caso es que ya no. Se pueden realizar preguntas, por supuesto. Pero fuera de mi alcance humano. Eso sólo lo podría responder hablando con Lele, pero ella no tiene intenciones al respecto. Y, aunque jodido, lo respeto. Fueron muchos dolores los que causé. Lamento citar: ¿qué borra una lágrima?, ¿qué sonrisa tiene esa fuerza?

Me gustan las fotos en las que estoy especialmente feo. Me siento más a gusto con ese tipo. Me siento un bestia. Tengo cara de bestia. Es cuestión de aceptarlo. No olvido, no puedo olvidar una frase de Víctor, el genial Víctor. Me dijo: «has tenido nueve años para amarla». Es una frase tendenciosa, Vic, durante mucho tiempo lo hice, y lo hice muy bien. Algún día seré capaz de escribir esa novela, y juro que todos os retorceréis de placer y dolor en las banquetas. Material hay de sobra. Si no lo consigo, será por torpeza. Amé muy bien, y fui amado mejor todavía.

Estoy iniciando el periplo del desvele. Después de esto escribiré algunos llantos más. No he podido dejar de pensar en Lore en todo el día (como en los últimos tres meses). No me detengo, sigo caminando, pero lastrado. Muy lastrado por el recuerdo. Esta noche, sobre todo con Iván y Mary Ángeles, he recordado muchas cosas. Casi todas buenas.

Y por ello y por lo no sucedido estos últimos días me callaré muchas cosas. Muchas cosas no entrarán aquí, porque no tengo las respuestas. Quizá no las hay, no todo es explicable (mi error constante es pensar que todo es explicable, supongo). Pero… subo al trén, me monto en él y saco un libro, intento pensar en el libro y concentrarme, pero… no olvido. No olvido que nos despedimos en una estación casual, un día como otro cualquiera, y que ella está con otro libro en otro vagón, ya en otra vía. Y no puedo dejar de pensar que las cosas no deberían suceder así, no debieran nunca haber sucedido así. Pero ella cortó los puentes entre los trenes, que ahora ya divergen. Y no es el 14-S. Ahí quizá fue incluso necesario.

No puedo concentrarme en el libro porque sigo en la estación. Esperando aún ese tren que debiéramos haber cogido juntos.

Buenas noches.