# perdiendo.org/museodemetralla

entraron en mi cabeza (201) | libros (20) | me lo llevo puesto (7) | pelis (2) | Renta básica (9) | series (6) | escasez (2) | frikeando (94) | arduino (1) | autoreferencial (11) | bici (1) | esperanto (4) | eve online (3) | git (2) | GNU/linux (4) | markdown (7) | nexus7 (2) | python (7) | raspberry pi (3) | vim (1) | wordpress (1) | zatchtronics (3) | hago (759) | canciones (157) | borradores (7) | cover (42) | el extremo inútil de la escoba (2) | elec (1) | GRACO (2) | guitarlele (11) | ruiditos (11) | Solenoide (1) | fotos (37) | nanowrimo (3) | novela (26) | criaturas del pantano (5) | el año que no follamos (12) | huim (5) | rehab (4) | poemas (356) | Anclajes (15) | andando (3) | B.A.R (7) | Canción de cuna para un borracho (38) | Cercos vacíos (37) | Cien puentes en la cabeza (7) | Conejo azul (6) | Contenido del juego (5) | De tiendas (3) | del pantano (3) | Destrozos (2) | Epilogo (4) | Fuegos de artificio (5) | Imposible rescate (15) | Jugando a rojo (7) | Libro del desencuentro (2) | Lo que sé de Marte (11) | Los cuentos (21) | Montaje del juego (5) | Orden de salida (4) | palitos (31) | Piernas abiertas (7) | Poemas medianos (12) | Privado de sueño (7) | rasguemas (5) | Tanto para nada (17) | Todo a 100 (2) | Uno (4) | relatos (96) | anatemas (9) | orbital (2) | prompts (8) | vindicaciones (103) | perdiendo (1.704) | atranques (1) |

el domingo noche es basura

Pic00934.jpg

Fin de semana ruinoso en cuanto a lecturas. Estoy esperando a la habitual tira cómica de la 2, ya sabéis, Dragó y Punset. Me fui a comer a casa de mis padres y allí estuve viendo Charada. Me extrañó que pudiera permanecer ahí, no por nada, no penséis mal, sino porque en los últimos cuatro meses siempre me pareció demasiado poco intenso. A lo mejor puedo empezar a hacer cosas normales, como sentarme sin presiones ni agobios a ver la tele una noche, o limpiar tranquilamente o preparar una buena comida sin sentir que estoy perdiendo el tiempo.

No es bueno preguntar por mi estado, por más que me cabree la típica depresión dominical se junta con las ganas de comer y a tocar fondillo. Se acaba de pirar Cisneros, hemos estado viendo una película que no estaba nada mal (no sé qué de enredos y…) y comentando sus jugadas del fin de semana. Las cosas siguen su curso. Dany está chinado por otra pareja que parece ser que hace aguas, aunque es pronto para decirlo. No se me da bien vivir con normalidad en estos tiempos.

Al final escribí en la bitácora lo que no quería. No puedo callarme nada. Supongo que era cuestión de tiempo. O de ser honesto. O yo qué sé, cojones. Tengo sueño, tengo tanto sueño… me cuesta dormir. Es otra forma de perder el tiempo y me sumerjo en un libro o en algún documental, según cómo esté el patio. Me concentro en ello y se va el sueño. Dos o tres horas al día no deben ser suficientes, mi cerebro se lía. Recuerdo un cómic que leí cuando era crío. Supongo que es típico, pero a mí en su momento me grilló. Un par de paquitos en un hidroavión se quedan sin combustible en medio del océano. Uno enferma y el otro describe todo el proceso en un librito. Muere el enfermo y el otro empieza a ver en sí mismo los síntomas de la misma enfermedad. Anota paso a paso su propia muerte, hasta la última línea.

Un hidroavión perdido en medio del océano. Un libro con una historia escrita. Alguna tormenta supongo que se llevó el hidroavión al fondo, y la tintá se mezcló con el agua y el papel hasta formar una masa irreconocible, recubierta de coral, supongo. En eso acabó la historia del paquito que escribió su propia muerte.

No me hagáis ni puto caso, por dios, pero a veces no puedo evitar ver así esto. Es algo un poco macabro reproducir los procesos que ocurren en mi cabeza. El piloto del hidroavión no tenía conexión a internet, y si la hubiera tenido habría pedido ayuda con el puto GPS y se hubiera dejado de tonterías.

NO me plantéo nada. No sé lo que es. No siempre me descarga poner las cosas aquí, a veces no hace más que potenciarlas. Pero otras veces no, otras veces, lo juro, las calma. Recrimino a Goyete que sólo con hacer click tendría una vida estupenda, porque es más fácil mirar la paja en el ajeno que el edificio de seiscientas setenta y tres plantas en el propio. Y porque jamás, jamás estamos en el lugar del otro, por mucho que nos esforcemos. NO entendemos las connotaciones propias de cada historia en cada agendita con tinta que se van escribiendo por ahí, físicamente o no.

Podría perfectamente llenarme de alegría este fin de semana increíble en el que he visto tanto que jamás había visto, podría llenarme el filetón que me dio mi madre y que ahora es coralinizado en mi estómago, o el seven up, o la película de hoy, o el gran cisneros, o la conversación (breve, pero inmensa) con mi hermana carol. Podría llenarme mi sofá con los chistes nada recurrentes de Dragó y Punset, y un té con bergamota mientras me tumbo a cuatrocientos grados gracias a la calefacción vecinal y gratuita. Podría llenarme el trabajo o la facultad. Soy terriblemente injusto con todo, lo sé, porque no es nada despreciable el transcurrir de los días, la forma, o el contenido que inserto. Pero discrepo, jon, contigo. El problema del amor no debe ser la necesidad de ser amado. Porque de eso no carezco. Debe ser otra cosa, tío, debe serlo. Porque tengo todo lo que deseo, y no es suficiente. Aunque me intente herir no estoy en el lugar donde las cosas no suceden, sino más bien en el que no dejan de suceder en ningún momento. Y aún así…

El trepidar hipnótico del comentarista deportivo suena en el televisor, allí, en el salón. Estoy esperando a lo que ya dije, el carrusel del humor de la 2. Puse la fotografía para torturarme y mancillarme, porque San Miguel, pese a ser un tocallo, como cerveza es una mierda. La hice por lo mismo. Muchas cosas se quedaron en el tintero, pero no tuve tiempo este fin de semana, no hubo tiempo material para ver a muchos (Solano, Mary, Vic, Leti, Ortondo, Goyo, Jorge…), no lo hubo porque no da de sí el día. No hubo tiempo para leer. Es el bloqueo del apollardado. Apolillado quizá. El amor, pese a quien pese, cuando lo es es una renuncia a uno mismo. Menuda mierda. Porque así a los egocéntricos no nos vale una mierda.

Doce y cuarto de la noche. Está al caer el último brillito de vida del finde, me cabrearé, me cagaré en los presentadores, me reiré como un loco con las tonterías. Y luego espero dormir como un bendito, ni siquiera voy a planear ir a la facultad. Si estoy dormido aún para entonces, no iré. Pero lo normal es que el día comience a las cinco de la mañana, con una ducha de agua hirviendo, un café, un cigarrín y cualquier desvarío que pretenda conocer antes de ir a la facultad, llenita de autobuses para llegar y volver donde leer, después echar el filete a la sartén, ver las noticias de alguna parte como si me interesaran (hay que saber). Ir al curro. Volver. Encender la tele con el libro de turno. Intentar dormir. O salir, salir forever. Conocer gente donde la gente anda. Perseguir la ilusión rota. Recomponer el aliento. Descerrajar los goznes de la resistencia. O, si todo va bien, simplemente encender la tele y dormir hasta el infinito y más allá, en una huida sin sueños, si es posible, en una noche sin sobresaltos ni intervalos conscientes ni olores ni perfumes ni entradas ni salidas.

Se me ha ocurrido que quiero escribir un relato de una cultura futura en la que el castellano se haya convertido en una lengua muerta, y se hagan frases hechas de expresiones como «enciende el televisor» y todas tengan un significado estúpido y desenfocado. Un clero estamental o algo así controlando el mundo con todas esas expresiones y catálogos de grandes superficies como escrituras sagradas. «Sofá hagmendogmentofen 99,95» podría ser algo así como el amén romano. Pero eso no se puede escribir en castellano, claro.

Creo que voy a escribir el relato de un reencuentro. El que a mí me gustaría, claro, con inevitabilidad dramática y dolor y amor y fuerza. ¿Quién dejó a quién? Hmmm… y ¿por qué? ¿Qué se dirán? Llorarán, seguro, y se abrazarán hasta el amanecer abrazados en un ritmo lento, cadencioso, melancólico. Se levantarán por la mañana y habrán salido de la pupa, dejarán de ser crisálida. No como en «donde las cosas no suceden», en ese relato habían pasado más de veinte años cuando esa noche llegó. Y, aunque sé que es cruel y equivocado, en ese relato ya era demasiado tarde. Demasiadas cosas en las yagas y costuras de la cabeza como para recuperar la vitalidad, la sana alegría. Sigue el maldito fútbol, como si con eso se les llenaran las almas (thanks, padre Jaime, el primer cura ateo), pero se acaba el cigarro y esto es muy largo. No encuentro una forma de despedirme, de dejar de escribir. Pero es bueno hacerlo, prefiero escribir un relato.

bendita inactividad

Hank es un perro. Un buen hombre, supongo, pero un perro (¿se podría hablar en este caso de paidofilia?). Todo continúa más o menos igual, los veinte minutos de monólogo del café, las risas, la tranquilidad, revisar las interneces, mirar, preocuparme por las cosas, reventar mirillas de puertas cerradas. Esta noche escribiré un par de relatos que me rondan, tengo que escribir setenta páginas antes del viernes, enviar la biografía al parnaso, meter las canciones nuevas de zentuario en su web, hacer la web de corriente de izquierda con php nuke, enviarle a jara la letra de la nueva canción y revisar los arreglos que ha hecho, revisar al menos un capítulo de mi segunda novela para tenerla lista antes del fin de semana que viene, solucionar el problema que tiene b2 con google, y todo ello cuando llegue a casa. Como no duermo, he comprado tabaco, haré café, y me pondré a todo, una cosa detrás de otra. Os dejo con el viejo en el post siguiente:

Tarado, a la ataraxia por la hiperactividad.

largas conversaciones con todo el mundo

Pic00916.jpgPic00915.jpg

Bueno, no sé qué decir, excepto que los últimos títulos de los post de la bitácora me parecen deprimentes. Supongo que hoy me he levantado con buen pie y tal. Paso de intentar comprenderme. Hace mucho sol, y aunque aún no he salido de casa supongo que estimula. Como no saque pelas de alguna parte voy a terminar en una relación enfermiza con esta casa. No se está mal leyendo, tomando café y recibiendo a amigos que traen conversaciones increíbles y momentos geniales. A veces me pregunto para qué forzar conocer a gente cuando te queda tanto por saber de los que te rodean, y más cuando son muchos. Para qué forzar nada, en realidad.

Anoche vinieron Oscar, Diana, David, Laura y Rosa. Conversaciones. Tuve una primero con Oscar, que vino antes. Joder, una perla de momento. Luego con todos. Al final se fueron y se quedó Rosa. Otra perla de conversación. Antes de hablar de ellas tendré que metabolizarlas. Luego me dormí como un angelito, completamente pleno y medio borracho de vino y cerveza y palabras y mentes.

En líneas generales (y he aguantado varios días, menudo record) la conversación del miércoles con lele… Bueno, no, así no. Desde el principio. Sé que nadie me va a creer, excepto los que me rodean directamente, porque es como un juego loco o algo así, algo igual de sinsentido como eso. Una situación en la que estoy atrapado de forma genial y estúpida al mismo tiempo, no sé si me explico.

El miércoles lele vino a recogerme al salir del curro. Habíamos quedado el día anterior en una conversación a las dos y media de la mañana. Insistió en quedar y me desmontó, y quedé. Me monté en la Cefe (la kangoo) y todo fue mal desde el principio. Me puse muy nervioso. No soy de ese tipo de gente que se pueda guardar las cosas dentro. Trescientos metros después tuve que pedirle a lele que parase en cualquier parte para fumarme un cigarro. Paró. Me lie el cigarro. Le di un fortuna que había comprado porque yo qué sé. Yo estaba apoyado en el capó del coche, lele en la acera. Se acercó a darme un abrazo pero no pude. Después sí pude, a medio cigarro. Pero no mucho tiempo.

Fuimos a cenar al falafel, pizza margarita y coca-cola por su parte y kebbab casero y jarita medio litro cerveza por la mía. Lore se vino abajo un par de veces, nada serio. Pero me desmontó terriblemente. Yo esperaba encontrarme a una mujer entera y de vuelta ya de todo. No me esperaba eso. Mi yo irónico despertó del letargo y me llamó gilipollas. Mi yo sensiblero ya estaba escribiendo poemas en ese mismo momento. El yo de siemrpe estaba confuso, muy confuso.

Después fuimos a casa. Idea de Lore. Bajón total. No debe ser nada fácil. La conversación se puede resumir (nunca se puede resumir, pero no tengo ganas de extenderme en detalles) en que me quiere un huevo, se siente muy sola, envidia mi vida llena de momentos y gente (alguna vez fue la suya), y lo está pasando terriblemente mal, aunque según parece más entre semana. El fin de semana ve a gente. Bueno. Algunas cosas hirientes: cuando sale todo le parece vacío. Me echó mucho de menos en Barcelona. La decisión se difumina (pero aún así queda la convicción).

Yo estaba ahí sentado, frente a ella. Escuchando eso mientras mi yo irónico hacía estupideces. El yo sensiblero tenía un filón completo de inspiración y no terminaba de creérselo. Yo no entendía nada. No comprendía nada. No sabía qué hacía allí en medio. El nivel de sinceridad, al mismo tiempo, convertía el momento en único, en bruto en el sentido de los sentimientos. Si somos normales, joder, yo no soy el más indicado para escuchar eso, Lorelay. Pero nunca hemos sido muy normales. No me arrepiento. Hay que pagar un precio por eso, pero merece la pena.

Joder, me estaba haciendo daño. Un daño profundo. Me estaba jodiendo vivo con todo el amor y la sinceridad del mundo. No podemos volver por tres cosas, básicamente, según se desprendía de su diálogo, a: porque hay cosas de mí que volvería a odiar a los tres meses de convivencia, b: por la misma convicción y c: porque tiene un problema consigo misma, no sabe quién es, y hasta que no se encuentre no puede hacer nada.

Entiendo perfectamente el peso que tienen esos pensamientos en ella, y lo que le joden, y me siento mal por ella. Al mismo tiempo que todo me parece una gilipollez inmensa. Porque a: si después de cuatro meses casi sin vernos seguimos haciendo el imbécil, cualquier cosa circunstancial es netamente modificable, b: no es ya ni siquiera una decisión racional por encima de los sentimientos, sino una convicción-poso de una vieja decisión y c: encontrarse a sí mismo es algo así como «calidad de vida», una soplapollez, vives y te construyes en cualquier situación, o eso es esquemáticamente lo que creo.

«Me pregunto cada día por qué no podemos volver». Se me quedó grabado.

Nos tumbamos en el sofá y nos abrazamos mientras hablábamos. Reíamos, reíamos mucho. Recuerdo sobre todo la alegría, la sensación increíble de estar bien que tengo cuando estoy con ella. Estoy… apaciguado, fuera torturas, fuera autodestrucción, fuera mierdas. Después abrí el sofa cama y allí nos dormimos, abrazados como siempre, frotando los pies unos contra otros, ella aferrando mi mano en su seno.

Sonó el despertador, hice café. Se lavó la cara. Tomamos el café. Cogió algunas cosas. Se fue. Me dormí. Vino Cisneros un rato más tarde a tomar café. Se lo conté y me llamó imbécil.

Lo sé, Cisneros, lo sé.

Conclusión: lo estamos pasando muy mal pero es necesario por algo no muy bien especificado. Lo respeto, lo juro (opiniones aparte). Aun jodida sigue firme como una roca. Aunque dude tiene unas riendas muy bien puestas, ninguna tristeza ni añoranza o ni siquiera el mismo amor va a hacer que cambie de rumbo. Esto es todo lo contable. Está confusa, y no me refiero exclusivamente a mí. No tuvo adolescencia (eso lo pienso yo) fue muy madura muy pronto por determinadas circunstancias. Ahora es cuando ha sentido la náusea existencialista. Se defiende como puede. Y tiene un par de huevos, sinceramente. El sábado mensajes. Pero todo volvió a lo de siempre. No puede ayudarme.

Yo me río. Esto es grande, y como todo lo grande es trágico, terriblemente trágico, y al mismo tiempo hilarante. Me río porque me parece una inmensa locura. Y seguramente lo sea. Me río porque no tengo otra cosa. Me río porque es lo que queda antes de la vesanía completa. No sabes cómo lo siento, niña, no entiendes cómo estoy sintiendo esto, de qué modo. No es una queja, lo juro. Es sólo una afirmación. Cuando la vida parece que se estanca, algo pasa, con suerte algo pasa. Y ese algo le devuelve la intensidad a las cosas. Tampoco estoy agradeciendo nada. Lo juro.

Y lucho con un tremendo complejo de inferioridad a partes iguales con una gran culpa y una monstruosa sensación de haber dejado pasar lo que amaba. Pero, te repito la pregunta (aunque tú no lees esto), ¿podía haber hecho algo? Creo que no. Que todo estaba en el viento, en otros. Me hubiera pasado la vida cambiando de personalidad según las distintas percepciones de dónde estaba el error. Eso no es nada bueno. Independientemente de mí, creo que necesitabas esto, o que piensas que necesitas esto. Me parece perfecto.

Así pues retomé mi vida como pude con un nuevo cuerpo de conocimientos especialmente molesto. Porque si todo es así, si todo es efectivamente como dices… ¿por qué no hacemos nada? Soy un copiloto en esto, un copiloto ciego mudo sordo manco inválido en el asiento de la derecha. Me dedico a lo mío. A conocer, a intentar comprender a la gente. A tomar vino y fumar cigarros de liar en largas conversaciones. Y a estar mucho conmigo mismo, a ver qué sale. A leer. A estudiar. A pensar lo justo pa ir tirando y sentir lo suficiente como para darme cuenta de la perlita que supone cada día.

Ayer dije algo de sopetón que creo que es cierto. Aunque no lo sé seguro. Dije que yo ya había vivido todo lo que quería mi yo de 16 años. Que estaba en tiempo de descuento. Eso no es triste, es profundamente liberador. Ya he cumplido lo que quiso el de 16, ahora me puedo dedicar a cumplir lo mío, lo del de 28.

Y sé perfectamente que estos momentos con Lele pueden matarme. Pero ¿cómo acabar con algo tan vivo?