# perdiendo.org/museodemetralla

entraron en mi cabeza (201) | libros (20) | me lo llevo puesto (7) | pelis (2) | Renta básica (9) | series (6) | escasez (2) | frikeando (94) | arduino (1) | autoreferencial (11) | bici (1) | esperanto (4) | eve online (3) | git (2) | GNU/linux (4) | markdown (7) | nexus7 (2) | python (7) | raspberry pi (3) | vim (1) | wordpress (1) | zatchtronics (3) | hago (759) | canciones (157) | borradores (7) | cover (42) | el extremo inútil de la escoba (2) | elec (1) | GRACO (2) | guitarlele (11) | ruiditos (11) | Solenoide (1) | fotos (37) | nanowrimo (3) | novela (26) | criaturas del pantano (5) | el año que no follamos (12) | huim (5) | rehab (4) | poemas (356) | Anclajes (15) | andando (3) | B.A.R (7) | Canción de cuna para un borracho (38) | Cercos vacíos (37) | Cien puentes en la cabeza (7) | Conejo azul (6) | Contenido del juego (5) | De tiendas (3) | del pantano (3) | Destrozos (2) | Epilogo (4) | Fuegos de artificio (5) | Imposible rescate (15) | Jugando a rojo (7) | Libro del desencuentro (2) | Lo que sé de Marte (11) | Los cuentos (21) | Montaje del juego (5) | Orden de salida (4) | palitos (31) | Piernas abiertas (7) | Poemas medianos (12) | Privado de sueño (7) | rasguemas (5) | Tanto para nada (17) | Todo a 100 (2) | Uno (4) | relatos (96) | anatemas (9) | orbital (2) | prompts (8) | vindicaciones (103) | perdiendo (1.706) | atranques (1) |

estar aquí

Agrandada la letra al 80%. Si aún va mal, decídmelo.

Estás en tu casa tocando la guitarra. Llaman a la ventana. Es Koldo, que siempre aparece sin avisar, como siempre. Koldo es uno de los problemas (entre una infinitud de otros) que tuve con Lele. El hecho de que no le echara cuando yo llegaba del trabajo y estaba Lele en el salón y Koldo en el cuarto. Sin hablarse. Cosas de Koldo, pensaba entonces. Cosas también de Lele, pienso ahora.

Entra y abre una botella de sidra sin avisar. El líquido se desparrama por el suelo. Nadie corre a por la fregona, este es un lugar para estar, no un lugar que sufrir. Ya se limpiará cuando le toque al resto, sin salvedades.

Nos sentamos. Me pregunta. Le cuento. Asiente, circunspecto. Me cuenta una experiencia parecida. «Ya», le digo, «pero no se parecen». «Ninguna se parece», responde.

Cojo la guitarra. Me pregunta qué voy a comer el resto del mes. Le digo que siempre sale algo. Siempre sale. Le digo que vayamos a «la estación», a comer algo.

Me dice que no es el momento.

Y no lo es.

Coge la guitarra, el muy cabrón, y lo que me tenía que explicar me lo dice con los dedos, tocándola.

Una vez que todo queda claro, me mira y me dice que se va.

Ha terminado.

No entiendo cómo, y sobre todo por qué, echarle de aquí.

Se va.

Pillo emperador, lo paso por la plancha con una ensalada de pasta.

Me duelen horriblemente los dedos.

Ceno.

Veo el final de documentos tv.

Escribo esto.

Ahora, con un poleo, veré a ver qué cuenta paniker. Mañana escribiré un texto suyo brutal, alucinante.

Sé que no tiene ningún sentido, porque cuando se vive se vive y punto, pero no sé a qué instancia dirigirme para darle gracias por todo esto.

Es estúpido. Es cuestión de estar aquí.

Pita el microondas, ha terminado de acicalar el poleo.

Nos vemos.

disgresión empática

No tengo ni idea de por qué es así. Un cacho de madera de determinada forma, seis cuerdas metálicas con una tensión precisa. Algo que hicieron otros, alguna de Doctor Grillo, por ejemplo, o de Nirvana, o de Pearl Jam, o de quien sea.

Estás solo en casa y empiezas. El primer arpegio, el primer acorde. Desapareces, lentamente. Releyendo a Paniker me doy cuenta de que es justo lo que él quería decir cuando hablaba del fin de la escisión entre sujeto y objeto, el presente eterno y puro en el que la realidad es experiencia, fuera de barreras y controles propios o ajenos.

No digo que no empezase a tocar la guitarra, en su día, por intentar ligar con las pibas que tocaban en el pueblo donde pasaba los veranos. En absoluto.

Sólo digo que es distinto en el momento.

Tampoco digo que no siga tocando la guitarra por cuidar una cierta estética, en realidad no tengo ni idea y no es muy importante, tampoco.

Sólo digo que en ese momento no hay ni pasado ni futuro ni yo ni guitarra ni mi voz, sino una cosa extraña y viva que aglutina todo junto para hacer otra cosa.

Es el animal que guiña el ojo, decía paniker.

árbol de rowan

«ÁRBOL ROWAN (la Sensibilidad) –
Lleno de encantos, alegre, da sin expectativas, le gusta llamar la atención, ama la vida, las emociones, no descansa, e incluso gusta de las complicaciones, es tanto dependiente como independiente, tiene buen gusto, es una persona artística, apasionada, emocional, buena compañía, no olvida.»

Eso es lo que dice la astrología celta sobre mí, en un correo que me envió Esther.

Tres canciones nuevas.

Toda la noche intimando con ella, y aún no me ha dicho su nombre.

Pero yo ya la quiero.

No tengo prisa.

Una noche bestial, a solas con la guitarra.

Esto ya huele a concierto.

No quiero llamar a nadie hasta que no tenga diez canciones. Un par de días más. Otro para grabarlas. El domingo todo dispuesto.

No me dice su nombre.

Pero no es malo.

Porque no me lo dice, pero se pliega sensualmente a mis dedos.

Al mismo tiempo que me destroza los dedos (ya no estoy acostumbrado a ciertas turgencias).

Agridulce.

Siempre agridulce.

Estaba grabando lo que iba haciendo en la grabadora de cinta pequeña. De repente escuché sobre lo que estaba grabando. Eramos la negrita, lore y yo metidos en medio de «el hacha de guerra». No sé por qué, pero saqué la cinta y la metí en un cajón, a salvo.

No sé por qué.

Huelo a concierto.