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Amamos…

… los hechos. Nos emociona
decir:

“la ventana está rota”.

(¿Y qué es “ventana”?
¿Qué es “rota”?)

Miramos el diccionario y asentimos.
Todo está apodícticamente claro.

Y seguimos sin decir nada
cuando hablamos, y nos embriaga
aún así la logorrea que nos
atraviesa. Sómos sólo el
cobre conductor de la nada,
el dúctil filamento de la bombilla.
Estamos presentes cuando las cosas suceden,
nos emociona decir:

“Esto ha sucedido”.

(¿Qúe significa “esto”?
¿Qué hemos visto, oído, vivido?)

Pudimos

Pudimos, tú y yo,
eludir
la
tarde
y
el
hambre.

Pero Tú y Yo no pudieron,
tú y yo sabíamos callar,
supimos hacerlo cuando estaba
todo a punto de que la nada
sucediese; cuando,
volátiles,
sumábamos aire en nuestros esfínteres.

Pero Ellos no supieron reír, no pudieron.
Y las noches asemejaron cárceles, enemigos
los soles y sus ejércitos las noctívaras
estrellas; amándose Tú y Yo no supieron
desbrozar de la llama el calor
y ambos se agostaron,
vencidos finalmente,
en su flamante infierno
inocente y maldito,
pleno y vacío.

Y tú y yo aún nos amamos
en alguna parte.