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bucle

Al fin y al cabo
era como coger esa calle
una y otra vez,
con toda la escena repitiéndose
y tu pelo mecido por el viento
y la ceniza cayendo del cigarro que fumas
mientras tu falda vuela y se derrumba sobre sí misma
y vuelve a volar y a derrumbarse en un ansia existencialista
y la luz de un atardecer puntual, sensiblero y efectista gustándose a sí mismo
mientras
intento
no
dejar
demasiado de mí

por el camino al alejarme.

Casi todo el tiempo recuerdo eso.

esgribiente

Ahora sólo escribo
en la bañera.

En la espuma de los días cuando
ya han pasado.

Y escribo ocaso,
o escribo mierda,
cosas que no concuerden
con el olor floral.

O escribo jerga
y escribo pestilencia,
no sé,
cosas atrevidas.

Mientras el tiempo va cayendo
sobre mi barriga
y la tarde se posa,
yo me siento intrépido
o algo, rebelde, no sé,
gargantuesco
flotando en agua con sal y sudor.

mañanas

A lo largo de los años aprendes
que una larga ducha de agua caliente
y un par de giros complicados con el coche
es todo lo que necesitas para empezar el día.

Meterte en la rutina
de tu vida miserable
es sencillo,
lo complicado es levantarte
de esa mierda,
dejar tu cuerpo atado a la silla
mientras tu cabeza aletea
y se va lejos,
se larga viva.

Para eso la ducha y el coche ayudan,
te dan la distancia suficiente
para no tener que mirar
atrás cada cinco minutos

para no verte una y otra vez
intentando tirar de la cisterna
mientras la cosa
da vueltas en una espiral
de agua
que no tiene la fuerza
suficiente
como para tragársela.

Así que, al final, bueno, qué más da.
Tú me mantienes aquí y yo me esfuerzo en mantenerme
en
cualquier
otra
parte.

Llevamos desde siempre con el mismo pulso
y no parece que,
a estas alturas,
nadie esté ya realmente
intentando ganarlo.