No sabía a dónde ir
ni a dónde iba.
Entramos por el fondo
cuando ya había empezado,
nos sentamos.
Después de un rato
mirando aburrido
lo di por terminado.
Salí por el pasillo
tropezándome a cada paso.
Vaya tarde más tonta,
un año largo.
| uno | canciones | poemas | relatos | fotos | vindicaciones |perdiendo | temporada XXII
No sabía a dónde ir
ni a dónde iba.
Entramos por el fondo
cuando ya había empezado,
nos sentamos.
Después de un rato
mirando aburrido
lo di por terminado.
Salí por el pasillo
tropezándome a cada paso.
Vaya tarde más tonta,
un año largo.
Para eso había quedado.
Para estar en medio de nada,
ser nada.
Para continuar haciendo el idiota
día a día en la misma ninguna parte.
Para seguir pensando que todo quedaría
en algo.
Para seguir entrando, saliendo, levantándose
por la mañana con la esperanza
de no terminar siendo dado de lado.
De no morir en directo frente a tanta gente
que no está mirando.
El día
que dejé de verte
pensé que,
al fin y al cabo,
no había sido tanto
ni tanto lo sido
como para hacer
un drama inmediato.
Después de no saber,
tanto riego en tanto y tanto misterio,
el dolor en cada color
y el color en cada rama,
siendo la luz el desastre
y el andar
la forma sutil
en la que te metes en la
cama
refugiándote en las mantas.
De eso puedo acordarme.
No hay tiempo
ni ganas
para ver más allá del tiempo
—¿qué tiempo? —me dices,
agostada en tu espera,
henchida y vencida en la luz de
los días ennegrecidos—, ¿qué tiempo
nos queda?
A veces me gustaría
tener
más respuestas.