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dentrofuera

Así que a cualquier cosa se le llama viaje, pero creo que con razón. Si el asunto es dejar de tener que ocuparse mediante entretenimientos ajenos para entrar en tu propia cabeza como si fuera un parque de atracciones, dejarte llevar mientras construyes para terminar sacando un mundo rico en el que fluirán los hilos de las historias que quieres contar o cantar o tocar (ejecutar suena raruno en este contexto), si el asunto es realmente ese no hay otra forma que llamarlo más que viaje.

Ese mundo está ahí y lo ha hecho desde siempre, nunca ha dejado de estarlo, pero quizá cueste trabajo prestarle la atención que merece entre los disturbios del día a día y los diferentes fríos que se pueden llegar a sentir en él. Lo reconoces porque es el lugar al que vas cuando ya no hay otra parte, aunque la intención esta vez es darle una utilidad diferente: que sea marco de lo que sucede y no último refugio.

salir

Es como una puerta, pero estoy en el dintel. Si te centras en recrear un mundo es posible que, durante el tiempo que estés en ello, puedas desdibujarte o dibujarte de otro modo. Es algo que me gusta. De momento no está funcionando muy bien, sigo pensando que tengo un fuerte sendero afantásico en mi cabezón, pero sí lo hace a intervalos. El trabajo rompe el proceso, claro. Revienta la inmersión. Uno de los caminos a la locura puede ser meditado. No tengo ni idea de si puede ser controlado, pero supongo que sí. Al fin y al cabo crear ha sido siempre lo mismo para muchos. Necesitas una película o un libro o un buen disco para enajenarte de ti, pero… ¿y si pudieras hacer sin necesitar nada más que tu intención de hacerlo?

trileros

Entonces si uno no es más que un producto que debe posicionarse a sí mismo en el mercado, lo importante es que haya el número suficiente de personas que amen tu juego, independientemente de si contiene algo de valor o no. No importa con qué intensidad desvalijes a tus creyentes, sólo importa lo emocionados que estén con el proceso y, por supuesto, tener creyentes. Eso lo es todo, pero no porque sea importante, sino porque no hay otra cosa que importe. Se ha inflado tanto y tan interesadamente que ahora lo es todo. Uno puede amar un juego por muchos motivos: porque sea bueno, porque nos recuerde algo, porque nos divierta, porque represente algo que queremos apoyar, porque le guste a nuestra pareja, porque queremos que haya más cosas parecidas a él. ¿Quién sabe lo que es bueno, hasta dónde tiene sentido considerar algo así?, ¿qué es lo bueno en los tiempos de la guerra santa, de la representación?, ¿podemos apoyar a la confesión enemiga sin menoscabar nuestra personalidad, sin morir un poco en ello? Si lo importante es tirar tu dinero sobre una idea que te defina y te proporcione arraigo, lo bueno y lo malo son conceptos desfasados e inútiles. Por eso los libros, las series y las películas se venden a sí mismas como cruzadas, como aspectos de nuestra propia personalidad, entrañas que hay que defender en una guerra pensada exclusivamente para extraernos la pasta sin que le demos demasiadas vueltas al contenido que nos ponen enfrente. Es irrelevante en lo que nos dice, lo es todo en lo que dice decir de nosotros.

De ese modo crear no es tanto hacerlo bien como encontrar un lugar al producto en las representaciones. Hablar para un colectivo. Ayudar a definirlo, convertirse en parte de su tabla de contenidos. La biblia, como libro, ¿es bueno o malo?, ¿tiene algún sentido preguntárselo? ¿Es ese el motivo por el que es el más leído?

Somos consumidores de contenidos. Lo dicen constantemente en LODE, ojo. Quizá sea una estupidez hacer mohinos ante eso y no ante lectores (que no es más que un consumidor de contenidos escritos, ¿no?), pero por algún escurridizo motivo no me parece lo mismo. No es lo mismo. Hay ahí un pequeño matiz que no termino de encontrar. Quizá es que consumir tiene algo de compulsivo, de mecánico, de irracional, de inconsciente. Lector no me transmite lo mismo. Se consume por necesidad, se lee por gusto. Creo que cuando leer un libro, escuchar unas canciones o ver una peli se convierte en un modo reflejar lo que decimos fuertemente ser sí que tiene ese componente compulsivo. Quizá por eso no me gusté nada. Yo no consumo libros. Lo único que consumo es cerveza.

(Lo que decimos fuertemente ser pero no somos, porque, en el fondo, ¿qué es ser de los que son de DC y no de Marvel, de Nikon o Canon, de GOT o no de GOT, significa eso realmente algo que alguien pueda materializar en algo no ridículo? Y es ridículo de cualquier cosa, pero hay ridículos y ridículos del mismo modo que hay infinitos más grandes que otros).

Y si a alguien no le gusta lo que nos han vendido como nuestro siempre podemos decir que eso es porque es de los otros. Que la gente como nosotros disfruta con las cosas que nosotros disfrutamos. Ya no hay bueno ni malo, sólo nosotros y lo nuestro, ellos y lo suyo. No calibres, identidades. Uno puede bailar con las opiniones, pero con las identidades el riesgo es morir viejo, solo y en la más absoluta de las miserias: el grupo quiere al grupo y odia al resto. El grupo es una unidad de sentido.


Quería escribir algo sobre el Transcrepuscular de Bueso, los coaches, la campaña política en la que estamos metidos y las pelis de super héroes por lo del endgame, pero me ha dado todo muchísima pereza. Es viernes, por fin vuelve a hacer buen tiempo y las piernas me brincan en la silla del curro esperando volver a caminar LO ANTES POSIBLE. Así que, al final, ha quedado sólo eso, trileros. Pero es suficiente. Debería serlo.