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andorranos

No es ilegal cambiar de residencia para pagar menos impuestos. De hecho, en esta sociedad en la que se refuerza como estrategia la idea de idolatrar la zanahoria, seguro que hacerlo es incluso un reclamo para cegar a más y más tontos con la promesa de la gloria.

Si subir (o no bajar) los impuestos conlleva fuga de capitales no es, según Cohen, porque se active una cadena causal natural, sino porque los ricos no están dispuestos a destinar una parte de sus ingresos a contribuir al bien común.

Tampoco es ilegal tirar pañuelos usados en la calle. Lo de que sean justo los beneficiados del sistema —que sean precisamente los que reciben una retribución más alta que los demás por su actividad porque el sistema lo configura así— los que protesten por lo injusto que está siendo el sistema con ellos es para mirar fijamente a la pared hasta que se vayan. Si alguién es capaz de enunciar algo como eso y no darse cuenta de lo que está diciendo nunca va a ser capaz de entenderlo por más que se lo expliques.

caminantes de la incertidumbre

Es como si no hubiera más que hacer en esta vida que comerse las uñas esperando qué va a ser lo próximo que te va a partir por la mitad. Un puñado de ladrones vestidos de gurús están ahora vendiendo las ventajas de la incertidumbre. Acostúmbrate a ella, dicen. Aprende a convivir con ella, dicen. Sácale partido, dicen.

La incertidumbre tiene grados en función de hasta dónde puedes caer. Normalmente los que conviven tan ricamente con ella suelen tener red suficiente como para tomarse un fracaso como una estupenda pausa para pensar en qué empezar a continuación. Se llevan tan estupendamente bien con ella porque por mucho que les afecte nunca los lleva al pozo.

¡Qué estupenda ocasión para dar unos golpecitos en tu adormecida rutina! Vete a la mierda, gilipollas.

en la memoria

Pixeles, pixeles, pixeles.

Ayer terminé Blade Runner, un juego que empecé hace más de veinte años un fin de semana en casa del bucanero. No lo terminé porque el juego, aunque no es largo, es tramposo a su modo. Y lo es porque la trampa es parte del juego, un recurso. En un click and point de hace tanto tiempo, el que no pinchar en el sitio adecuado te lleve a dar vueltas y vueltas hasta que termines descubriéndolo y haciéndolo no es un fallo, es la propia mecánica. Además de los bloqueos apuntar y disparar es horrible (y conscientes de ello te ofrecen un espacio para practicar y cogerle el tranquillo, aunque disparar en sí no me fue realmente necesario más que dos veces). La historia se deja llevar y su desarrollo me pareció divertido. No suelo terminar juegos, supongo que eso puede ser suficiente prueba de ello. El viejo Dick aparece por los rincones, ¿somos humanos, no lo somos, que es serlo?.

Cuando lo empecé hace más de veinte años yo era distinto, lo que sabía de videojuegos era muy poco, tan poco que lo miré con tanta atención que parte de éste se me ha clavado dentro. Al igual que sucede de repente con algunos olores, algunas escenas del juego me han llevado atrás en el tiempo. Ha sido extraño y muy curioso. Ha sido bonito y triste, enriquecedor y demoledor al mismo tiempo. Me alegro de haber recordado y sentido todo eso, la verdad, pero no me lo esperaba en absoluto. Me ha cogido desprevenido, sin defensa de por medio.