“Tu cerveza, helada, se dedicaba
a acristalar con turbio velo
el vaso. Desnuda eras una
diosa tiritando sobre la silla
de plástico. Tus piernas se
entrecruzan
(¿ahora?, ¿antes?, ¿alguna vez acaso?)
en sí mismas y
desvanecen el resto del mundo,
que empalidece ante tus rotundas
rodillas, espinillas, gemelos,
muslos, tobillos, dedos,
vello.
Vello rubio y aterciopelado
que cubre tu piel glauca de
inusitada ternura. Semeja un
tapiz de terciopelo verde,
el único lugar donde reposar
mi cabeza para elipsar la tarde
que se aleja, como una puta neófita,
con su jornal de olvido,
con su horror ante el segundo que aún se despide,
con su indefensa taciturnidad
de lenta mentira huida.
Y detrás el vacío.”