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Necesitaría entender:

“Dónde queda el norte, cuál es la
cruz que sangra sanguijuela
llevándose mis días en su carcaj
ya repleto.

Dónde queda lo que ya es olvido
cuando se olvida, dónde la tierra
cuando replica
y así plica
las horas construyendo réplica
maldita de vida.

Dónde los cigarros,
en la foto viven cuando ya no
son cuerpo, sino recuerdo casual
que
?abro los ojos?
está y
-cierro los ojos-
no está.

Vamos, contesta. Esconde
Tus Relojes y habla,
silencio,
no me dejes pendiente de este crisol
de desengaños que es
-siempre y únicamente-
uno mismo.»

Necesitaría beber:

“Botellas tras la barra enseñan
ahora sus benditos contenidos, nos
golpeamos los pechos sangrantes
y no tememos decir:

ni dioses, ni hombres,
ni bastardos…

Aún quedan
-y no son ilusiones-
buenas razones para asesinar
cualquier razón. Todo es un deshecho
de sí mismo obligándose a perpetuarse
a sí mismo.

Buenas opciones para no elegir
nada, buenas alternativas que no
difieren en nada: más de lo mismo.
Buenas corduras esquizoides y neuróticas
a las que aferrarse cuando,
sin dinero en los bolsillos,
salgamos fuera y estemos
solos, hambrientos, sedientos
y vacíos.”

También necesitaría escribir:

“Sobre la somera duna de tus senos
un torreón corona, regio,
su esquiva soledad erguida.
Lo tomo y lo muerdo y entre mis labios
solidifica y ruega,
al aire,
que la piel no cese, que no se
congele la sangre, que los labios
continúen y no mueran y
extiendan a todo el universo
su fina película protectora.

Factor 13.

Para así no pulsar la
podredumbre que es escoria
y nos rodea. Equivocar
lo necesario y, ya
sólo posible,
alzarlo como desconocido y
así destruirlo.”