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Dos caras

A veces entreveo
entre tus silenciosas caras calladas,
entre tus veloces coches sin destino,
entre tus grises rotos y maculados,
entre tus almas heridas de asfalto,
el andamiaje de hierros que
sustentan tu único rostro.

A veces entreveo y
(de repente)
no entiendo nada.
Saco la cabeza y la
hundo en el suelo. Donde el
más devastador vacío y
el frío. El terrible frío de
tu aliento sin viento, tu
inefable halitosis de cristal
y cemento. A veces
salgo fuera y
miro desde lejos.

Miro tu otra cara,
(la que no existe)
la que no habla.

(Y allí no hay calles ni Dios
ni rincones donde meterse a
salvo. Y busco una gramática
que me aclare algo, o un buen
diccionario, pero aquí no
existen, no tienen objeto.

A veces entreveo tu doblez
taimada, tu insufrible estupidez
vestida de dogmáticas costumbres
cotidianas).

Aquí estoy solo, no me
acompaña el tiempo, el
tabaco, ni categorías ni
colores ni sueños hablan en
este inhóspito yermo.

Y no hay salidas, ni un buen
despertador. Sólo angustia. Una
Cuenca vacía al fondo de un
corredor. Cimientos de los
cuentos que corren al otro lado
del telón. Aquí nadie puede
esbozar un buen olvido.

Demasiado acostumbrado a creer
único tu único rostro.

Desconchones en lo que veo

Realidades desconchadas me
dicen mis ojos. Yo les
vigilo, pues son ellos quienes a
veces rompen las cosas cuando me
descuido.

Pábulo de nicotina directo
a los alvéolos, suero de 40 grados raudo
al fondo del estómago. Poemarios
que
excentran mi rotundidad ineluctable
cotidiana, en intravenosa reforzada
al cerebro.

Parece que sopla viento.

(Y me duele, no hace más
que parecerlo hasta
que la bola gira y…
todo
comienza
de nuevo).

Mañana más y la vida
equivocándose de nuevo conmigo.
Ahora sólo hay que sacar
el tablero, y
conseguir meter todas
las fichas dentro.

(Me tomo un café en Plaza
Castilla, leyendo el periódico y
un poco a Lorca. Hace
frío aquí dentro. Tengo
dinero para pagar esto, estoy
contento).

Realidades desconchadas cuando
quiero
decir
(y lo juro lo intento)
realidades con dos caras.

(Mis ojos juegan a situar
centros
de ejes de coordenadas,
ahora todo gira alrededor de
la estación de metro).

Es molesto no saber jamás
dónde poner el cuento, parece
que no encaja y que no
entiendo, y es
que llama la sangre
que sabe listísima mi pasado
y mi futuro,
lo tiene escrito dentro.

Y no daría un ápice por conocerlo.

“Dumba etna”,
gritan las sillas de mi
despacho
en este portal desierto.