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Pie

Tú me amas, yo
te amo…

Los años tienen la peculiaridad
de ir pasando, corroyendo
nuestros cuerpos. Torreones inexpugnables
de un segundo que suceden
encajados en compases
métricos.

Tú me amas, yo
te amo…

Lenta suena la melodía
de fría melancolía huida; ya
no es presente, pero quedó
atrapada en nuestras percepciones
y la mantenemos seca, bien a
salvo.

Bien mirado…

Observo un desconchón del suelo,
debajo de la baldosa ahora sé
que hay cemento. La realidad
muestra dos caras cuando menos
y siempre escapa, se escapa
cuando pienso…

Y tú me amas, yo
te amo…

Bien, no es posible
perfecto. Te acaricio el pelo
y te doy un beso. La libertad
de ser así escancia este
fin de semana en el que vivimos,
y mañana…

Tú me amas, yo
te amo…

Ya, y tú me amas, yo te
amo, tú me amas, yo te amo,
tumeamasyoteamo una
y otra vez desde nuestros labios.

Los años tienen la peculiaridad
de ir pasando. Nosotros sólo miramos.

Tercer acto

Caemos y vamos rodando
mil muertes en esta única
muerte que es nuestra
coherente vida.
Esquizofrénicos en estas mil
mentiras que intrabables
vamos desgajando de nuestra
mente enferma, presos de
este patibulario que llamamos
días y rutinas cotidianas.

No merece la pena.
No consigo creer en nada.

Lleno de alcantarillas me
voy subsumiendo en el papel
que interpreto y voy calmo
interiorizándolo.

Y un día descubro inquieto
que ya no se puede salir, que estoy
atrapado. Se hace difícil
respirar este aire enrarecido y soy
odio y más odio
en el último camino.

Piezas de puzles distintos que
intento conformar en una sola
imagen de mí mismo.

Llueve y llueve y llueve y
llueve en la puta calle. Y estoy
harto de ir hasta a cagar con
un libro por si se me ocurriera
pensar demasiado. Por si
sonara demasiado adentro y
retumbase el hueco que tengo
entre patilla y patilla, oído y
oído.

Y me voy gestando de
sentimientos diluidos, me hago
humano, social, bien castado.

En la calle la lluvia cae y
va limpiando el frío asfalto.

Me fumo un cigarro en el
escritorio y miro a un punto inventado.

Una lata de coca-cola y el diccionario
de la Real Academia. Lorca y
Machado, Hierro y Rimbaud y
Apollinaire.

Y rijo sangre alcohol, océanos
enteros.

Bajo mínimos el pensar de
lo que importa, números rojos en
el sentir que no siento
aquí al lado, en la cara oculta
de tu único rostro.

Segundo acto

Devoro el alimento mientras
me voy humedeciendo por el esfuerzo.
“Gracias”, musito. Y corriendo
voy al baño y sonoramente voy
y vomito. Joder, qué bien. Con
el antebrazo limpio los hilos
que cuelgan de mi boca y mi
perilla, agradecido. Ahora soy
distinto, así que abro el tapón
del vino.

Y rojo cálido rojo voy templando
el ánimo con rojo rojo vino. Decía
que siempre es más triste sobrio, y
así ahora todo se metamorfosea y es
alegre.

Tengo una colección de Fénix esperando
tu palabra, todos quieren saltar a
la arena y asesinar la convención,
que aburrida cabecea.

Me trago una piscina de rojo, rojo
sangre que sí es sangre y no aquella
de serie con que me lanzaron al mundo.
Tomo valor y busco un hueco, vomito
de nuevo y voy acumulando el agrio
olor de mi propio cuerpo. Huele
a flores anafroditas polinizando
el aire que respiras, huele a sudor
pero más fuerte y es mi propio e
inconfundible olor.

Mío es y yo lo quiero.

En la calle ya no importa que los
rostros tengan una boca funcional, soy
osado, me acerco a una y le
pido un cigarro. Y si vuelve a
decir “sí” así la beso.

¡Ja! Quiero respirar y lo hago.

Vino y más vino trago mientras
ando y voy contando las veces
que me quedé callado.

Y con el sopor la bendita
estulticia, el valiente
continuar lanzando al aire
todo el inmenso abismo
que ofrezco.