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Ineluctablemente

Ineluctable realidad de nuestro
carácter efímero. Lo encajo
bien, uno se cansa de todo tarde
o temprano.

Ineluctable realidad de nuestro
carácter arbitrario. Vaya, eso
ya duele. «Caminante…»,
construye tú mismo desde
tu cimento vacío.

Lo que puede ser cualquier cosa no
es propiamente nada.
El humano inventa el
juego, su divertimento de
valores y juicios.

Jugamos a dioses venidos
a menos, y jugamos las reglas
con puntualidad exquisita.

Caminos de cera.
Toma mi mano y aprieta. Haz
que duela. Que me llame por
mi verdadero nombre y recuerde:
el hambre, la sed, el sexo…

Más allá de ahí y así,
sin matices, sólo quedamos
nosotros contando cuentos en
nuestro invierno.

Ineluctable realidad de nuestro
carácter arbitrario. Trae pronto
un inmóvil, me estoy
desangrando.

Inevitablemente

Vamos de bares y aceptamos agradecidos
sus ofrecimientos, pasaportes a otros
lugares donde risa y felicidad
cobran sentido.

Vamos de bares, nos gusta
aburrirnos juntos. Tomarnos
de la mano y tocarnos
en los parques. Compartir
saliva juntos, intercambiando
lenguas y verdades veladas y
espuma de cerveza.

Allí, al fondo, nos espera lo
que llamamos mundo. No
tenemos prisa, de nada sirve
acelerar lo inevitable.

La casa

En esta casa todo rememora
tus voces.

(Aguanta…
te espero…
cerdo…
¿vienes?…
café…
eso son sólo palabras…
olvida…
loco…
te estás matando…)

En esta casa tus fantasmas ríen
desde sus cuencas vacías, y con tu
cuerpo la risa es aún más cruel,
más terrible y melancólica.

Abro la cafetera, y los posos al
cubo de los desperdicios con
tantos y tantos sitios; cierro la puerta
pero siempre entras y miras triste
mis fragmentados despojos.

Y me digo que esta casa son puertas,
muros, muebles… e intento no
mirar los ojos amargos los ojos
que pueblan las paredes y cada
rutina, cada palmo de mi
vida.

(Enciendo un cigarro en el baño,
vacío la bolsa de lo inútil,
los despojos despojos que no puedo
ser ni unir ni con todas las

lágrimas del saco de mis
patrañas.

Vacío y parezco limpio pero
con ello aparece la carencia,
la indigencia de ser idiota,
la falta de algo vital que
yo envío aguas abajo hacia
tu preciado océano.)

Me quedan silencios y yo los
amo por ello.

Me queda huir y no volver,
volver aquí.

Pienso que quizá…
y no pienso.

Recojo las fichas y tiro el
dado dentro. Ahora ya no
hay juego.

El inmortal está aquí.

Cuántas veces odiaré
su nombre. Cuántas
intentaré morderle.
No lo sé.

La casa es puertas y muros y
muebles. La casa no es mas que
cosas muertas y neutras. Creo que
a veces incluso podría jurarlo
por ti.