Como no estoy pa muchos trotes, repito el mensaje de la lista de correo al respecto de mi primer exámen. Imagina que te tiras una noche estudiando hasta las dos, te duermes hasta las ocho y sigues. Imagina que llevas, además, tres semanas estudiando como un cabrón. Imagina los nervios de tener el examen de una asignatura troncal de las perras, de las jodidas. Imagina que coges el tren, imagina que llegas media hora antes de lo previsto y que todo el mundo está hablando y te van poniendo aún más nervioso. Imagina que el profesor se retrasa un cuarto de hora y, cuando viene, no es él. Es otro. Imagina que te dice que el profesor de verdad verdad está presidiendo una tesis doctoral. Imagina que entras en el aula, te dan las preguntas, y de tres una no está dentro del temario (el profesor pide, al menos, responder medianamente a las tres). Imagina el caos, los gritos, las malas caras. Imagina que el suplente pone cara de suplente y se pone nervioso, que no sabe que decir. Imagina que le decimos que ponga otra pregunta y dice, como si de una blasfemia se tratara, que él no es quién para suplantar al profesor de verdad. Imagina que le muestras el temario y te dice que lo que dice Duque (el profesor de verdad) va a misa con una cofradía de monjes agustinos detrás. Imagina que al final recapitula y te dice que pospone el exámen al día 19, porque Duque dejó esa opción para los alumnos que con causa justificada no pudieran ir el 3. Imagina que te vas de allí una hora después, sin haber hecho el exámen y con los nervios como cuchillos de diamante pulidos por un maestro tallador judio. Imagina que vas a la cafetería, pides un botellín, y el camarero te invita, porque ya eres más conocido allí que Nietzsche, después de doscientos o trescientos años de carrera que llevas ya. Imagina que llamas al curro y hay tanto jaleo, mientras tú has estado perdiendo el tiempo como un pringao, que además quedarás en las estadísticas del día como una llamada perdida del departamento. Imagina que vuelves a casa, más o menos a una y media, te comes los restos de la pizza que sobró de anoche y te metes en la cama, hasta el culo. Imagina que no olvidas poner el despertador a las cinco porque hay que preparar el examen del viernes de filosofía de la ciencia. Pues eso es justo lo que ha pasado. El día 19 nervios acumulados a tutiplén.
Es lo que tiene. Saludos a todos.