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decálogo imperfecto para nuevos músicos

Aunque, desde luego, no debería, a veces doy ya este museo completamente por perdido. Como narración es floja, carece de continuidad. No da una imagen fiable de casi nada. Recuerda un dolor que aún, cuando me despisto (o quizá cuando dejo de hacerlo), sigo sintiendo. Quizá no recuerda, quizá concentra. Concentra un dolor que.

Pero para mí sigue siendo un buen lugar al que volver de cuando en cuando, para contar que.

He vuelto a subirme a un escenario, y me lo pasé muy bien. Ya están cerradas las fechas en las que volveré a hacerlo, tengo ganas. Me he puesto en contacto con músicos, con gente que lleva tocando menos que yo pero ha seguido otros caminos, y también con gente que está empezando. Hoy quise volver a esto precisamente por eso, por ver en otros esa ansiedad de la que yo ya, afortunadamente, carezco. No me refiero al empuje, sino a la ansiedad, la prisa, las ganas de. La necesidad de llegar a alguna parte.

Uno siempre está en alguna parte. Sólo hay que saber verlo. Mañana es posible que estemos en otra, pero ese no es tanto tema de hoy como de mañana. Eso, que es tan simple, es muy difícil de transmitir.

Así que me propuse escribir el decálogo de las cosas que he aprendido para dejarlas aquí, porque no soy capaz de decírselo a nadie más que a este viejo museo. No hay forma en la que convencer a alguien que ve un horizonte de que se lo está inventando. Quizá ese podría ser el primer punto, quizá mejor el último. Esto es lo que he aprendido y no soy capaz de transmitir.

Decálogo para el músico que empieza, de mi parte:

  1. Toca. Si te apetece, toca. No importa que sea la misma canción una y otra vez o que cada vez sea una distinta. Toca siempre, si te apetece, hazlo. El cerebro y las manos aprenden tanto de la repetición que no hay nada que se le pueda comparar. El cerebro consciente es un mermao y siempre está fuera de sitio. Cuanto menos necesites usarlo mejor fluirás.

  2. Está muy bien querer aprender cosas nuevas, es básico. Pero nunca es tarde para seguir afianzando las que ya sabes. A cierto nivel, y hasta siempre, la música es artesanía. Ritmo, tono, afinación. Hacer bien lo que sabes hacer, pulirlo, bruñir lo que sabes hasta que sea parte de lo que eres. Hay una magia especial en repetir lo mismo una y otra vez hasta que se convierte en ti mismo. Tocar tres acordes, sólo tres, y hacerlo bien, realmente bien, deja de ser artesanía y se convierte en arte. Hay algo que emana de lo simple cuando se domina que es hermoso, siempre lo es.

  3. No tengas prisa por estar en el día en el que sepas hacer algo. Ese día llegará seguramente, y será especial. Pero mientras tanto no estás ahí. Que no te torture. Lo que eres hoy es lo que tienes hoy. Por favor, no permitas que lo que vas a saber hacer mañana le reste importancia a lo que sabes hacer hoy. No permitas que haga que no te interese.

  4. Si la música es fundamentalmente artesanía, y sólo en casos muy concretos arte, tocar en un grupo es de las artesanías más bonitas. Cuando tocas en un grupo lo que tú destacas es secundario. Lo importante es hacer al grupo y sus sinergias sonar, y hacerlo bien. No intentes ser el centro de atención en un grupo excepto en los casos en los que tu puesto en él lo exija y sólo mientras lo exija. Cualquier tarea secundaria que se te ocurra, en un grupo, es de vital importancia. Si tocas el triángulo en el segundo 36 de una canción de 5 minutos, eso es lo que haces. Y lo que importa no es que destaques, sino que la canción fluya.

  5. No es el paso inicial, pero cuando el cuerpo te lo pida entra sin miedo: aprende armonía, aprende solfeo. En ratos muertos, mientras puedas soportarlo (porque para muchos, para mí, es un terreno árido). La armonía es el mapa, el eje de ordenadas y abscisas en el que te mueves. Puedes ser un artista tremendo sin saber armonía, pero siempre vas a disfrutar menos, y siempre vas a estar medio perdido. El solfeo es tu abecedario. Hay tremendos poetas analfabetos, pero dependen exclusivamente de su memoria. Eso no les hace mejores ni peores, pero hace todo más trabajoso.

  6. Grábate siempre que puedas. Grábate hoy y escúchate dentro de medio año. A veces parece que no avanzas y mientras no te grabes no podrás sacarte de ahí.

  7. Toca con gente. Siempre que te aporte toca con gente. Habrá cosas que te lleve medio año aprender que se resuelvan en cinco minutos con alguien que esté ya ahí y te lo explique.

  8. No hay proyecto pequeño. Derivado del punto 1 de todo vas a sacar memoria que va a hacer que disfrutes más tocando y crezcas.

  9. Da igual lo lúcido en lo que creas haberte convertido. Muy pocos van a creerte y tampoco deberías estar muy seguro de lo que tu experiencia le va a aportar a otros. No des lecciones aunque te duela ver cómo otros repiten tus errores. Se paciente, comparte cuando te lo permitan.

  10. Disfruta. La disciplina puede ser un gran combustible, pero el placer es aún mejor.

Eso es más o menos todo.

una mentira hermosa

Llevo mucho tiempo sin escribir por aquí, demasiado. Demasiado según qué. El tema es que escribir requiere tener cosas que contar. Me corrijo un poco, escribir requiere tener cosas que querer contar.

Eso sí.

Dentro de algún tiempo me arrepentiré de no haberlo hecho, eso lo sé. Una cosa es ponerte en situación y escribir como si estuvieras en, y otra cosa muy distinta es escribir en. No es que no quiera escribir (aunque un poco sí), es que lo que tengo que decir me parece poco relevante. Nah, eso tampoco, qué hay de relevante en una ruptura, o en un proyecto nuevo, o en vivir más o menos a secas. Sucede que a veces sientes la necesidad de construirte un relato en el que guarecerte y otras veces no.

(Estaba con Castilla jugando al baloncesto, ¿qué habrá sido del tipo? y empezó a llover, y me dijo "guarezcámonos", y me sonó al siglo XVIII. Esa tontería tan poco trascendental lleva en mi memoria desde entonces sin qué tenga ni idea de para qué).

Me gustaría ser más amigo de la negrita y la cursiva y remarcar ese "construirte un relato en el que guarecerte". Uno escribe porque tiene que marcar con rotulador amarillo algo que considera importante por algo. Uno escribe porque dentro del caos de lo que sucede ("de lo que deviene", quería escribir, pero no es ni más ni menos que lo mismo y, sin embargo, suceder tiene un componente menos existencial que devenir y devenir tres kilos más de sospecha de estupidez que suceder) parece que algo merece ser recordado, o resaltado, o conspicuado (si es que eso existe).

No es que no quiera escribir, es que escribir me ha hecho bastante daño en general, el proceso de escribir me ha roto bastante. Porque me es difícil. Por eso hoy, cuando estaba componiendo instrumentales para un disco nuevo y me he atascado y me quedé sin cosas que expresar me he acordado del daño de escribir. Del daño horrible de que la cosa no fluya. Cuando compongo la cosa suele fluir sin que yo sepa muy bien de dónde vienen las cosas que digo y que tengo que decir.

No me es difícil escribir, en eso miento un poco. Lo que me es muy difícil es saber lo que quiero decir, encontrar una finalidad ahí. La única diferencia es que cuando hago música y la grabo no suelo darle mucha importancia a qué quiero decir, simplemente digo. Y salen cosas que grabo y guardo. Y años después las recupero y me alegro.

Del mismo modo en el que siempre escribí poemas componer canciones es describir un estado de ánimo, mostrarlo. Escribir un relato o una novela es una cosa distinta. Tienes que buscar la causalidad, el contexto, el dónde se escribe todo eso. Cuando escribo poemas o compongo canciones no necesito preocuparme de eso.

Resumiendo, cuando escribo poemas o canciones me preocupa poco o nada qué quiero decir, me importa más decir. Cuando escribo novelas, sin embargo, qué quiero decir es lo que más me importa. Y la realidad es que no tengo ni idea de lo que quiero decir. Sólo quiero vivir. Cantar algo, recitar algo. Darme una vuelta, amarme un poco.

En realidad, dentro de que todo es una mentira hermosa, poemas y canciones son más un sample de la realidad y la novela un ensayo. No comprendo lo bastante como para razonar lo que sucede. No tengo ni puta idea y cada uso de la novela me parece tendencioso. Sin embargo declarmar y cantar son cosas inmediatas, preciosas, uno se limita a estar y hacer algo con ello. Siento algo y lo canto o lo recito y ahí se acaba toda mi implicación con el sentido de las cosas.

No quiero explicar lo que no entiendo. Como mucho quiero contarlo, y no siempre y si no me preguntas demasiado. Feliz año.

eternos a ratos

Estaba esperando a un colega en un lugar sensible, oscuro, metido dentro del coche en marcha escuchando al robe y de repente pensé que a veces no somos conscientes de las cartas que estamos jugando sobre la mesa. Lo que nos resulta normal quizá no lo sea tanto mirado desde fuera.

Y me gustó el disco de robe, o quizá no. O quizá no lo sé. Es bueno. Me gustaría vivir lo que esos tipos viven cuando se juntan dentro de donde queden y empiecen a hacer música, eso tiene que ser divertidísimo. Y genial porque, además, la gente se lo compra y ellos pueden repetir y abrazar la maldición esa de ganarse el pan de un modo más elegante que yo.

Vayamos a donde quería ir, creo, luego ya lo demás. Iba al tema de este sitio, 27 entradas este año, qué ruina. Me gusta escribir, pero me frustra, me frustra muchísimo. Soy un tipo de fotos. Lo sé, y me doy cuenta releyendo a veces todo esto. Vivo en imágenes, describo imágenes, no sé contar historias, pinto cuadros. Por eso me siento cómodo en los poemas, en las canciones: describo fotografías que veo en mi cabeza.

La música. Cuanto más sé del tema menos mágico es cada acorde en sí, y eso es bueno. Es bueno porque me gustan las cosas pequeñas, accesibles, intercambiables que como piezas de lego se utilizan para levantar un mundo. Imaginemos que lego hace que una de sus piezas sea muy escasa y cueste trillones. No usaría jamás algo como eso. Me gusta pensar que realmente no existe nada que no puedas hacer con elementos baratos e intercambiables, y que esos tipos que siempre hablan del mejor reloj, el mejor coche, el mejor octanaje, la mejor ropa, están jugando a un juego en el que parten con ventaja porque es fácil excluir al que gana menos, el que carece de. Sería algo así como una selección natural por medios. No me gusta eso. No creo que dé mejores resultados, pero aunque lo hiciera no me apuntaría a ese juego.

Para mí la fórmula 1 sería mejor con coches iguales. Entiendo el concepto de poner a competir mecánicas, pero meh. Ya sé que un minuto son 60 segundos completos, pero otro meh.

Es como dos mundos distintos. En uno los problemas llegan con milenios de adelanto y los resuelve el que tiene esa cosa que ha mantenido en secreto y que funciona mejor y le da la clave diferencial… en el otro el problema es en quince días y todos tenemos que colaborar con lo que tenemos a mano. Mi filosofía de vida es el segundo, el primero es meh.

¿Robe es bueno? Robe es buenísimo. No se puede ni hablar en contra de ello. ¿Te gusta, no? Fenomenal, pero el tipo es tremendo porque ha construido un mundo y nos ha metido dentro. No es un virtuoso tocando, no es un virtuoso cantando, no es un virtuoso haciendo letras, pero ha usado los elementos que todos tenemos cerca y conjuga que… más tarde sigo con eso. Ser un virtuoso tampoco es algo que pueda reventarme entero.

Volvamos al tema de las fotos, ¿vale? No somos eternos en general, pero lo somos a ratos. A veces pasa algo, estamos en medio de algo, y nos convertimos en sentimiento y somos todo al mismo tiempo y parece que hemos llegado a alguna parte. El momento pasa, llega el día siguiente, vamos a comprar el pan, a recoger el coche del taller, a recoger al colega del curro en su casa y todo vuelve a ser normal. Soy el tipo de esas fotos, de repente veo una foto. Ese lugar que en sí mismo es eterno. Te sientes eterno dentro. Combinar eso con el pan, la carne, el ajo y el pescado es lo que se me da mal. Si se pudiera hacer un novelón de una foto, yo haría cosas magníficas (creo, o no).

De hecho se puede. Lo que nos atrapa son fotos arrastradas en el tiempo. Me da igual Echenique que Kafka, esos tipos saben mover la foto sin salir de ella.

Sigamos con la música, cuando los acordes pierden su magia la recibe la estructura. Tónica tercera quinta, todo acorde es tónica en su reino y elemento en los demás. Eso me parece precioso: ya no existe esa pieza mágica que cambia todo y te da el poder, existe una estructura hecha de piezas sencillas, baratas e intercambiables que pueden levantar un universo completo. Todo estaba ahí, sólo había que cogerlo. Robe no es bueno porque tenga una colección de herramientas secretas que sabe usar, todo lo que hace está ahí, públicamente, cualquiera podría hacer lo mismo si decidiera combinarlo igual.

Estaba esperando a un colega que finalmente no vino, en un lugar sensible, oscuro, metido dentro del coche en marcha escuchando al robe y de repente pensé que a veces no somos conscientes de las cartas que estamos jugando sobre la mesa. Lo que nos resulta normal quizá no lo sea tanto mirado desde fuera. Quizá nos veríamos distintos si estuviéramos leyendo nuestra historia en una revista.

¿Robe es buenísimo? Cómo saberlo. Sólo sé que a mi me tiene dentro. Quizá este disco no me diga mucho, pero sé de lo que está hablando. Hablo su lenguaje. Él me lo ha ido enseñando.

Todos somos eternos a ratos. Existen ciertos ratos en los que vamos a vivir para siempre. Y eso, siendo mortales, nos gusta. Nos gusta muchísimo. Robe encadena 3 acordes y se nos ponen los pelos de punta, le robamos su eternidad mientras él nos roba la nuestra y la compartimos.

Salimos de nuestra cabeza, le percibimos a él como importante y vivimos en la suya, y somos eternos ahí.

El caso es que nadie sabe a dónde va. Y, a veces, alguien tiene la capacidad de hacernos sentir que sabemos a donde vamos. Algo de calor en este frío invierno.

Tenemos la capacidad de ser eternos un rato. Estar ahí es calentarse en invierno. Invierno es el frío de no saber. La hoguera es el calor de tenerlo claro.

He escrito 23 entradas este año y no una novela porque no sé qué hacer con eso más que pintarlo.