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el reciclaje y canalizar la disidencia

Los sistemas caen por oposición, una vez que se consigue una masa crítica suficiente la inercia del movimiento es inevitable. Por eso mismo los que están ganando pasta en un momento dado siempre intentan canalizar la disidencia, darle un recorrido controlado en una caja de arena en el que pueda existir sin afectar al resto del sistema. El dinero es tiempo de otros, así que el que acumula dinero acumula influencia, oídos, ojos, tiempo.

El dinero no es más que un modo de envasar poder y recursos y, en el fondo y lo más importante, tiempo. Con el dinero puedes conseguir que alguien al que quizá no le apetece una mierda venga a tu casa a desatrancarte las cañerías. Como tiene que pagar en ese mismo dinero el alquiler o la hipoteca de su vivienda, comida para alimentar a sus hijos y ese móvil que le encanta, deja sus apetencias a un lado y acude a tu llamada. Eso es PODER, eso son recursos disponibles para ti y, sobre todo, eso es ahorrarte el tiempo que necesitas para aprender a desatrancar cañerías con habilidad y para hacer la tarea. Defino: acumular dinero es un modo de acumular tiempo de otros para tus propias necesidades. El dinero es la esclavitud de otros en un cómodo contenedor que cabe en la cartera, en una cuenta corriente o en una opaca en un paraíso fiscal.

La Comunidad Económica Europea saca una ley fenomenal y con toda lógica en la que dice que las empresas deben responsabilizarse del reciclaje del 100% de los envases que lanzan al mercado. En España esas empresas reaccionan creando Ecoenves, que no es una agencia del medioambiente sino Envases S.A, una sociedad anónima cuyos accionistas son las propias empresas que generan envases. Ni siquiera sus propias cifras (entorno al 85 y el 90%) llegan al requisito legal, y las investigaciones de las asociaciones ecologistas las sitúan alrededor de un 30%, lo cual es una mierda. Ecoenves se responsabiliza de los envases que llegan al contenedor amarillo y al azul, y de todo lo demás se responsabilizan los ayuntamientos a través de los impuestos. Como tienen dinero por condena se maquillan superbonito patrocinando cátedras, secciones de ecología de medios de comunicación y cualquier campaña que les beneficie frente a cualquier otra que les supondría soltar pasta (como el tema de los envases retornables, que es tabú). Todo menos llegar al 100% que les exige la ley de la Comunidad Económica Europea. La ley. No mi opinión, ojo, la ley.

El dinero es exclusivamente tiempo de otros, así que con él tienes realmente la capacidad de que otros trabajen para ti, para tus intereses. ¿Qué te va a importar gastar pasta si con ello vas a conseguir mover la percepción de la gente y ganar mucha más? Lo que importa no es la verdad, ni lo conveniente para la humanidad, lo que importa es seguir contando con ese PODER a tu favor. Eso es lo que va a seguir dándote la capacidad de influir en lo que sucede.

El hecho de que sólo se encarguen de lo que entra en el contenedor amarillo o el azul debería hacernos pensar que estamos haciendo un flaco favor si no reciclamos, pero deberíamos pensar además en qué sucede con el material que realmente llega a los contenedores adecuados. Hasta hace no demasiado se lo vendían a China. Esa es una forma un tanto retorcida de responsabilizarse del 100% de los envases que lanzan al mercado. ¿Qué hace China con ello? Pues eso. ¿Quién se encarga de revisarlo? Pues eso. ¿Qué sucede si no lo hacen adecuadamente? Pues patatas.

En España ni siquiera tenemos una fábrica que pueda reciclar el tetrabrick, un envase que se nos vende como ecológico, o al menos mucho más ecológico que el plástico. Tenemos la percepción de que comprar algo en un tetrabrick es mucho más saludable para el medio ambiente que el plástico porque el greenwashing, el lavado verde, nos vende que es así, pero no es cierto. Greenwashing significa comprar la opinión pública para que piensen que soy superecológico. Pasta. Tiempo de otros que lucharán por mis intereses a cambio de papelitos de colores con lo que se pagarán el rollo de mantenerse vivo y eso.

No quiero dejar de lado el tema de las bolsas de plástico, y no quiero porque me parece, por un lado, especialmente escandaloso y, por el otro, una metáfora del resto de las implicaciones de las empresas en lo ecológico, de cómo evaden su responsabilidad culpándonos y de cómo lo machacan en medios de comunicación hasta que estamos de acuerdo. Por el propio concepto de un supermercado, en el que vas y coges lo que necesitas y lo metes en el carro, casi la totalidad de lo que puedes comprar allí está preparado en cómodos envases portátiles que suelen ser mayoritariamente plástico. Pero el problema resulta que no estaba allí, sino que eran las bolsas de plástico que te daban en la caja las culpables de la contaminación en los oceanos. Eso era lo que realmente estaba jodiendo la cosa, el gran enemigo, el demonio. Como resultado de la presión de los lobbies (pasillos, en inglés, en relación con los pasillos en los que se discuten las cosas previamente a la reunión que se tiene en una de las salas de reunión, lugares donde se pueden influenciar las opiniones de los que van a tomar las decisiones posteriormente), se distrajo la atención de dónde está realmente el plástico en un supermercado, se responsabilizó al usuario y se le empezó a cobrar por las bolsas. Dinero que se quedó, en un tirabuzón hermoso que me hace sonrojarme de odio, el supermercado, que para ser ecológico no había tenido que hacer nada más ni que invertir nada más que poner a la venta lo que antes daba gratis, mientras mantenía el resto de sus envases sin hacer ningún cambio. Genial.

¿No hay nada común, que se repita, en todo esto? ¿No hay una especie de cantinela que resuena, que se oye por todas partes?

Seh. Se llama canalizar la disidencia. Se llama cortina de humo. Se llama responsabilizarte de cosas en las que no tienes ninguna responsabilidad (la obligación de reciclar el 100% de los envases que lanzan al mercado es de las empresas, no tuya, por mucho que tú desees activamente contribuir en ella) mientras el grueso del asunto sigue sin cambios. Recuerdo el tema de los antibióticos: estábamos haciendo a las bacterias resistentes porque consumíamos antibióticos sin control, se obligó a tener una receta para poderlos comprar. Mientras tanto, las granjas siguen administrando antibióticos a cascoporro a los animales porque si no, hacinados, se contagian cosas y se mueren, y un animal muerto es uno del que no pueden sacar pasta. Pero hemos atajado el problema dejando de venderlos en las farmacias, lo que supone un porcentaje ridículo en comparación con el uso general de antibióticos en la industria alimentaria. Spoiler: las bacterias siguen haciéndose resistentes sin prestarle demasiada atención a que Juan, jubilado, ya no compra antibióticos sin receta. Son resistentes y no parecen leer los comunicados de los lobbies farmacéuticos.

Se llama darte un espacio en el que creas que estás cambiando algo cuando realmente nada cambia, nada se modifica. Se llama llenar los medios de comunicación con ello porque para eso les pagas. Se llama sentir que estás haciendo algo. Se llama sandbox, una caja aislada de arena en la que puedes expresar tu disidencia sin que llegue a ninguna parte, sin que tenga realmente ningún efecto. Se llama el modo en el que los que están ganando dinero a espuertas en el estado actual de cosas sigan haciéndolo mientras canalizan tu protesta convirtiéndola en una bonita expresión sin recorrido.

En el capitalismo el poder siempre está de lado de quien tiene el dinero. Puede parecer, en principio, un sistema menos arbitrario y más limpio que una dictadura, pero en el fondo se comporta del mismo modo. De hecho espero que, en un futuro que deseo mejor, el poder de los que tienen más papelitos de colores se equipare al poder del que tiene más cosas con las que hacer daño, porque en el fondo son estados de ánimo diferentes de la misma cosa.

Ante una protesta, por muy bonita que nos parezca, siempre tenemos que preguntarnos cual es el recorrido y quién la está apoyando. Eso nos mostrará la diferencia entre una revolución y una caja patrocinada e insonorizada en la que gritar nuestra disconformidad a pleno pulmón, en la que lo único que vamos a conseguir es quedarnos afónicos gritando.

Eso es todo. Si tenemos que cambiar algo, y tenemos, que sea eso.

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