Llegar al curro, encender el ordenador, logarte, cerrarte, irte a tomar un
café. Esto es como Vietnam y ha habido bajas, uno de su propia incompetencia
(lo que no está nada mal, es bueno saber que aún hoy la incompetencia genera
despidos por sí misma, sin mediaciones) y otra por su propio cerebro, que le
ha tendido una trampa. Depresión, últimamente la depresión está por todas
partes, como incentivándome para escaparme de ella. Algunos la conocéis,
Bea, la novia de Canta.
Una semana de vacaciones, y cuando acaba empieza la depresión (pero esta es
muy distinta a la de goyo o la de bea) de volver al curro. El cerebro es
siempre un taimado y le gusta recordar según el estado de ánimo, así que
como estaba de bajón por el curro… estar de bajón por lore ha sido sólo un
pasito pequeño. Un camino largo hasta el trabajo. Media hora andando,
pensando, sabiendo que, pese a no tener más remedio que olvidar, tengo
perfectamente claro qué es lo que quiero en esta vida. Yo hablaba del
suplicio de Tántalo con respecto al sexo, pero este es mejor. Como la quiero
demasiado no voy a poder estar mucho tiempo sin verla. Verla sin más es un
suplicio atroz. Bueno, a cada cual lo suyo. En Trópico de Cáncer leí una
cita de no sé quién que no recuerdo bien, no sé si de Baudelaire, pero que
venía a decir que somos los únicos responsables de lo que nos sucede, que no
podemos responsabilizar a nadie de nada, sólo a nosotros mismos.
Bien, reconfortante, no puedo apoyarme en ningún sitio. Ni bucaneros ni
pérdidas mentales. No creo ni de coña en esa frase, pero supongo que para
cierto tipo de gente, entre la que me incluyo, así duele menos. Si todo es
culpa mía, si todo está en el aire por mi antena, está todo controlado,
aunque sea una mierda.
Mañana empiezo la facultad, voy a hacer una substitución de tres semanas
mínimo de alguien del turno de tarde. Por supuesto, de Bea. Su depresión
minimiza la mía.
No os podéis hacer una idea de lo tristes que me están resultando las
salidas de los fines de semana, con las ganas que yo tenía cuando estaba con
Lore. Todo está lleno de un montón de tíos detrás de tías, que suelen estar
ya cubiertas, este fin de semana alguien o algo me mandó a la mierda y me
llamó imbécil y sin embargo otra algo no. No pienso entrar en detalles, ni
aquí ni en la novela ni en los poemas. Antes era mucho más bonito perrear la
noche, ahora se ha convertido simplemente en un asunto de jara y sedal.
Claro, que yo qué coño sé, si a los 19 dejé de salir pensando en las tías, y
así ha sido hasta hoy. Lo más curioso es que no tengo ninguna gana de nada,
pero parece menos triste la noche si cobras una pieza. Si no consigues nada
todo se desvirtúa, aunque eso me pasa por no poder seleccionar, al menos
ahora mismo, la compañía del anillo del fin de semana.
Viendo esto así no me extraña que la gente se case y no vuelva a pisar un
bar en su vida.
La facultad me pondrá en contacto con otras cosas. Se acabaron las cervezas
por la tarde, las horas muertas, cosa bien de agradecer. En la facultad hay
gente que ver, hay carteles que anuncian conciertos, obras de teatro, hay un
par de colgados, que son la versión freak-filosófico de Koldo y Ortondo, me
buscan para hablar de este o de otro autor. No veo en mí nada de admirable,
pero otros sí. Y yo soy sólo uno, así que tendré que creerles a ellos.
Ahora, y mientras dure el turno (que durará, una cosa seguirá a la otra
y…)
Y aunque salir los fines de semana sea un espectáculo deprimente en extremo,
el domingo vino Vic con Mateo, fuimos a comprar, estuvimos comiendo, fuimos
a ver a mi hermana, vi a todo el mundo y el fin de semana mejoró mucho.
Koldo nos bajó a Carol y a mí y me puso, en casa, una peli española, medio
basada en la vida de Lucía Etxebarría (o como sea) que era una mierda. Tuve
que echarle a las doce y media. Quería ponerse a ver Minority Report, justo
después de decirle que yo madrugaba hoy. Luego no me dormí hasta las cuatro
de la mañana, el sábado dormi tres horas y, sin embargo, anoche estaba como
un búho. Por eso me estoy consumiendo, porque no descanso nada bien. No digo
que piense en Lele, por que me lo prohíbo como puedo, aunque esta mañana fue
diferente, por lo de los estados anímicos y los recuerdos. La semana pasada
fue muy buena en ese sentido, la tenía casi olvidada. Esta ha empezado mal,
pero eso es un reto más que una desgracia. Sólo tengo que mantener las ideas
claras, sin prestar atención a por qué o para qué o a sueños o ilusiones.
Bueno, o a mi corazón, a ese hay que arrinconarle, no me sirve para nada
ahora.