Escucho en la radio el debate político de fondo viniendo al curro, mientras miro a la gente de veranico en un pueblo. Quién me iba a decir que al final me iba a gustar tanto vivir con poca gente y con tanto camino. La gente miente, conscientemente, pero no les parece tan grave. La verdad es el grupo al que te adscribes, y repites como una matraca su mantra. Eso hacen de igual modo los políticos. No es que mientan, es que hablan para los suyos. Y no es que quieran mentir, es que es lo que necesitan hacer para comunicarse con los suyos. Es un doblepensar, mienten, saben que mienten, pero al mismo tiempo repiten que no dicen más que la verdad, y verdaderamente lo creen.
Y eso el humano lo asimila sin necesitar digestiones. No describimos el mundo: construimos uno con el que identificarnos y nos ponemos a vivir en él.
Cuando se preguntan a mi alrededor si los terraplanistas son tontos, yo siempre respondo que son entregados. No es tan difícil, y todos lo hacemos en temas aparentemente menos evidentes cada minuto de nuestras vidas.
El diálogo de ese modo no es más que un juego loquísimo de espejos en el que cada uno siempre es el único honesto. Los demás están siempre mintiendo o equivocados.