Tuve mis encontronazos con lo de no saber llamar ayer al ayer, y no recuerdo, pero todo se salva en un plis-plas cuando te reencuentras contigo mismo, seguramente en un bar, y te invitas a una cerveza. Haces revisión sumaria de los últimos tiempos y quizá te dices que estás haciendo el gilipollas, por lo que tienes que llevarte a la calle y darte una paliza, por la falta de respeto.
Después, como suele suceder, hermanado por la lucha, te haces amigo tuyo y empiezas a llevarte con los amigotes de cervezas y a presentarte en el clan. Juegas partidos de baloncesto, montas en bici… prometes no salir jamás con una piba con la que hayas salido tú y no compartir jamás calzoncillo.
En resumen, seguimos buscando estructuras que simplifiquen y doten de sentido la realidad. La pluralidad aterra porque es eminentemente variable y elude la certeza. Como cualquier bichejo buscamos un territorio conocido y en él nos instalamos. Hasta que uno se aburre de ser uno mismo.
Entonces el común de los mortales se va de vacaciones. A ser posible lejos. Cuanto más lejos mejor. A un lugar en el que poder volver a ser cualquier cosa. Después de montar el barquito de TENTE éste se convierte en un coñazo sobre una librería, por lo que hay que desmontarlo y hacerlo de nuevo, a ser posible mandando a la mierda cualquier parecido con la foto de la caja. Sobran piezas, que terminan convirtiendo el revolucionario prototipo en una especie de gran almacén de chatarra de plástico flotante.
Viendo Madrid Directo al cambiar de canal, como si no hubiera nada más divertido en una casa que tienes para ti solito, he visto un reportaje (o lo que quiera que sea que hagan en ese programa) sobre Gandía en el que el impresentable del micrófono iba preguntando por la calle a los supuestamente aborígenes quién era de Madrid, y con una suerte de tijeretazos beta todos lo eran. Incluso compraban carne en una carnicería que se servía de la Sierra Norte. No sé si es que no están lo suficientemente hasta las narices de sí mismos o es que tienen una tendencia al masoquismo exacerbada, pero llegaban a comentar que se encontraban, caminando por el paseo marítimo, a gente del barrio.
Se me ha erizado el vello de la nuca mientras los alerones de mi nariz se ponían en tensión. Os juro que si yo me piro a cualquier parte y me encuentro a alguien del barrio giro la cabeza y júrame que te he visto porque yo estuve en las Azores en vacaciones, y no donde tú dices. Tengo erupciones cutáneas que provienen sólo de pensarlo. A mí me gustan las vacaciones solo, sin conocidos ni siquiera en la compañía del anillo de turno, como mucho (y en un alarde y/o exceso) con alguien a quien quiero y que no le importe ver mi cambio drakoniano de personalidad, motivado por un hastío omnicomprensivo de la realidad en la que me incluyo como parte pro y retroactiva. Las vacaciones son para perder los papeles, experimentar nuevos usos y costumbres, nuevas ideologías e ideosincrasias, nuevas formas de llegar colocado a la cama en la que con suerte alguien te abraza, emocionantes acercamientos al cuadrupedismo evolutivo más lamarkiano posible.
De repente, por ejemplo, en vacaciones me da por madrugar. Para saber qué es. O me da por emocionarme por el té, o por no fumar, o por ser un feminista radical, o por comprar comics de super lópez. Así soy yo, nada menos. Me da por comer vegetales hasta que se me rompen las rótulas o por jugar al palé como si me gustara. Y, de hecho, en esos tórridos momentos, me gusta.
Y no soy consciente de la mentira (si lo es) hasta que no encuentro a alguien que me conoce (algo mucho más habitual aún de lo que pueda llegar a parecer a simple vista), y me dice: «¡coño, joder, Miguel ostias, tú por aquí, joder, puta madre, vamos a reventarnos de cervezas!». Entonces la magia desaparece y vuelvo a ser el mismo tipo, más o menos agraciado por los dones de afrodita y fortuna, que soy relativamente todo el día y mientras el día dura. Y acabamos tocando la guitarra y borrachos por las calles de dónde sea como si fuera mi Madrid de mis desdichas.
Pensar que pueda encontrarme a alguien ya me jode las vacaciones antes de salir. Gracias, Madrid Directo, sigues ganando puntos en mi goal average particular.
Me he tenido que poner un ronete para olvidar mis traumas psicodélicos e irracionales y meterme a escribir esto, por que sí y por y sobre todo para no seguir zappeando como si no hubiera nada mejor que hacer en una casa para mí sólo. Dentro de unas horas montaré en un coche con unos cuasi perfectos desconocidos y con alguien que me quiere (en base a la presunción de inocencia), y me largaré de aquí a ser cualquier otra cosa porque, si queréis saber la verdad, me quiero mucho pero hay veces… hay veces que me encrespo de todo el día lo mismo y lo mismo y lo mismo y tanto análisis y tanto kombate y tantos y tantos días sin dormir preocupado en no dormirme.