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Todo comienza con el ruido. Un ruido de metralla. Un aspersor se encuentra con el poste de un cartel y el agua estalla. Así son las cosas, trayectorias que se encuentran para hacer ruido. Las cosas no siempre son fáciles, porque a veces el encontronazo molesta.

Debería ser tan sencillo como desnudarse. Un segundo y te ven todo entero. La mente es más compleja, y entran en juego los traumas de uno, los del otro y los de todos los demás implicados. Hay un contenido emocional en las relaciones que ya suele dar problemas, pero también hay un contenido formal, que se compone de muchas cosas, entre ellas, por poner un ejemplo, las amistades. Uno no acepta fácilmente ser «él» en un grupo en el que no es sencillo olvidar los esfuerzos para que te veas integrado. Bah, eso es lo de menos.

El caso es que todo sigue funcionando bien, bien engrasado, y que ello es, básicamente, porque es posible hablar. Es la única metáfora de desnudarse que tiene la mente, mientras el cuerpo sólo tiene que quitarse la ropa.

Son cosas que se me van ocurriendo en el transcurso dulce y tontorrón de los días que suceden bien. Me pregunto si es todo tan complicado como nos parece o si nos dedicamos a poner trabas donde hay un camino recto y sin cambios de rasante. Ya me partieron por la mitad una vez. A lo mejor nadie siente necesidad de volver a hacer lo mismo. Hago dogma de fé y confío.

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