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sintonizar

El problema, al fin y al cabo, se resumía en que nadie conocía el output correcto. No había ningún indicador al final del camino, al pasar al otro lado. Ningún premio por acertar. Ningún castigo por equivocarse. Ninguna pista.

Te lo dije hace más de veinte años, cuando metías tu lengua en mi oreja y bajabas tu mano para deletrearme la entrepierna. No podías darme la razón porque nadie podía, acabábamos de pasar el peor bloqueo que habíamos tenido jamás. Pero yo insistía y te decía que, quizá, nos habíamos equivocado. En sentido estricto daba igual una cosa que otra, te repetía, pero lo importante no era eso. Lo importante era qué sucedía mientras tanto. Nos fuimos a tomar unas cervezas y tú seguías en la mora de mi cremallera, acariciando piel y pelo y lo que fuera surgiendo. Me decías que me relajara. Me recordabas que habíamos ganado.

No era capaz de explicártelo, y ya entonces lloraba un poco por todo. Hicimos el amor en el baño, conscientes de lo que nos rodeaba, de nosotros mismos de algún modo. Yo intentaba explicarte que ya habíamos perdido, que estábamos jugando a la libertad, y que eso era bueno pero no duraba demasiado. Tú me decías que estaba tonto. No era Dios, desde luego, Dios había sido sólo una aproximación, un modo eficaz de mantenerse en el sistema mientras aún era posible. El tema, te decía cuando me preguntabas, es que nos va mejor mientras estamos engañados. El engaño nos mantiene concentrados, despeja variables. Intento recordar las cosas según fueron sucediendo, intento escribirlas sin dejarme llevar por el desespero, por la multitud que arrasó luego.

El universo no sabe qué hacer con nosotros. Mucho menos nosotros con él.

Me habría gustado saber explicártelo mejor. Diez años después de la liberación, te fuiste. Te agotaste. No tenía ningún sentido. Todo aquello acabó contigo. Cómo explicarlo. Voluntariamente entraste en la caja. Hasta luego.

Te dije adiós justo antes. Nos besamos.

Desde entonces he estado vagando un poco. Conociendo gente. Entrando y saliendo. La pasión es ciega y tiene que serlo. Es la única razón de su existencia. La razón no casa bien. No debimos haber ganado. En otro orden de cosas habría sido lo mejor, pero no en medio de todo esto. Busco un modo de mantenernos engañados y, después de un tiempo, desengañados. Todo mucho mejor que lo que sucede si no. Es una mera cuestión del output correcto, que no existe. Fracasamos cuando ganamos. Quizá seamos seres racionales, cómo dudarlo a estas alturas. Pero el mundo no lo es. No puedes encajar cuadrados cuando los huecos tienen forma de triángulo. Vengan los radicalismos, las mentiras, las idioteces. No nos hacen más sabios, pero nos mantienen vivos. Sintonizados.

No es que nada pueda, es que nada lo es. Es que no hay lugar donde encajarlo.

Lo siento, lamento no haber podido explicarlo mejor. He encontrado este sitio, recuperamos grabaciones antiguas y está bien. No sé cuántos quedamos. Nos hace sentir bien. De momento aguantamos. Estamos pensando en ello.

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